CUENTOS


Y SI ESTO NUNCA PARA?

En los papeles era un viaje tranquilo, unas diez horas nocturnas que debido a mi cansancio se simplificarían en un sueño placentero que me haría amanecer en destino como si se hubiese tratado de un viaje de tan solo algunos minutos. Me relaje en mi butaca, recline el respaldo y me dispuse a descansar e intentar conciliar el sueño. El bus estaba casi completamente vacío, y solo se veía ocupado en dos lugares en el piso de abajo, y en otros dos arriba, justamente al lado mío.

Comenzaba a entrar en terrenos somníferos cuando oigo una música bastante chillona sonar cerca de mi oído izquierdo. Me parece incluso reconocer la canción, aunque debo hacer un gran esfuerzo para notar que se trata de Michael Jackson. Pensaba que era un ringtone, o algo que se apagaría rápidamente, pero el tema ya pasaba al estribillo y el sonido parecía hacerse cada vez más chillón. Apenas por entre las pestañas intento ver de que se trata; de donde viene esta música de sonido tan desafinado y alcanzo a ver a quien viajaba a mi lado con un celular, mirándolo mientras este continuaba emitiendo el mismo ruido.

Terminó Michael Jackson y volvió la paz a mi cerebro. Volví a cerrar los ojos y me dispuse nuevamente a dormir cuando ahora los Black Eyed Peas comienzan con uno de sus éxitos radiales. Vuelvo a entreabrir los ojos y ahora con más detalle veo que eran los videoclips que reproducía en el celular mientras la pasajera a mi lado los disfrutaba con una desafiante sonrisa en su rostro. Pensé, “no creo que tenga muchos más en la memoria del teléfono”, e intenté aguantar un rato para luego si poder descansar.

Pero nada de eso pasó. Uno tras otros sonaban los temas como si se tratase de un ranking radial barato que solo se escucha en las góndolas de supermercados o pasillos de los shoppings. Algún nuevo hit de Ricky Martin, repetidos temas de Daddy Yankee, algún que otro clásico de Luis Miguel y varios intérpretes de cumbia de los que ni siquiera me sonaban las voces.

Comencé a impacientarme. El sonido no solo no paraba sino que lo sentía incrementarse retumbando en mi cabeza. Por momentos me parecía escuchar a Michael Jackson cantando un reggaetón con coros de Thalía. Hasta me pareció oír a Freddy Mercury a dúo con Cristina Aguilera, peleando en alguno de los temas de Pimpinela.  No sabía cuánto tiempo más iba a poder soportar estos ruidos. Lo único que de a ratos me calmaba era pensar que las baterías ya estarían por agotarse. No duran mucho reproduciendo audio, y menos aun con video.

Pero… si tenía otra de repuesto y esto nunca para? Si tengo que soportar esta basura las 10 horas del viaje sin poder pegar un ojo? Me hará mal a los oídos? Y si me empiezan a sangrar? Y si esto nunca para? Y si encima sube el volumen? Y si esto nunca para? Si se duerme con el celular prendido? Y si esto nunca para?

Metí la mano en el bolsillo izquierdo de mi pantalón, saque la Victorinox, y con un rápido y certero movimiento le acerté un puntazo en el cuello; entre la mandíbula y la oreja derecha. Apenas si realizó unos movimientos con la cabeza e intentó decir algo que no llegue a entender. Tome el celular y le saque la batería.

El sonido se apagó!


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ESTRELLAS QUE SE MUEVEN

La noche de ayer fue única. Jamás en mi vida había podido observar tantas estrellas como en ese momento. Es muy raro en la Patagonia, y más aun del lado de la cordillera, que no haya ni la más mínima conjunción de nubes en el cielo. Un arcoíris brillante llamado Vía Láctea pasaba de Norte a Sur por sobre nuestras cabezas. Me acosté. Hacia frio y el pasto mojado por el rocío acentuaba mas esta condición. Pero nada me importó.

De repente veo caer una estrella; pienso un deseo y espero a que desaparezca fugazmente, pero nada de esto sucede. La estrella se estaba moviendo. A una velocidad constante continuó su trayecto hasta desaparecer por detrás de un cerro. Volví mi vista hacia arriba y otra viajaba en diferente dirección y con una rapidez increíble. Mis ojos, que parecían acostumbrarse, encontraban estrellas moviéndose por todo el cielo. Halle dos que a pesar de estar muy alejadas, parecían dirigirse hacia el mismo punto. Era inevitable que chocasen. Mi imaginación llenó mi cabeza de preguntas. Sera grande el estallido? Se oirá algún estruendo? Se verán luces, fuego? Caerán meteoritos?

Estaba ansioso y con cierto temor a la vez. Ya estaban muy cerca. Entrecerré los ojos, apreté los pómulos y levante los hombros esperando la explosión. Pero nada pasó. Las estrellas pasaron a centímetros. Fui rápido a contarle a Valeria lo que había visto.

- Casi chocan dos estrellas!! – le dije.

- Donde? - me respondió.

- Ahí, en el cielo. Mira, ahí hay otra moviéndose  – le dije señalándole con el dedo.

- Ah eso… son satélites.

La mire en silencio levantándole las cejas y mordiéndome los labios inferiores. Me acosté y seguí mirando el cielo. Ella dice que lo que vi esa noche eran satélites; yo prefiero seguir pensando que las estrellas se mueven y que esa noche estuve a centímetros de presenciar el comienzo del Armagedón.

Fin

. . . 


LAS ESTRELLAS TAMBIEN SE ENAMORAN

En la inmensidad de un universo oscuro, triste y frío, había una vez una estrella, la cual habitaba una constelación del sur. Acorde a un universo matemático y perfecto, llevaba una vida estructurada y aburrida, donde todos sus movimientos y actos eran completamente iguales cada día. Al caer el atardecer, llegaba el momento de comenzar a brillar, para luego de algunas horas volver a apagar su resplandor con el despertar del dios Sol.

Un día, cansada de la monotonía de su vida, decidió escapar de su constelación sureña e intentar llegar a una del norte, donde se suponía una vida diferente, más divertida y atractiva. Estando en mitad de camino, y viendo que llegaba la noche y el Sol podría notar la falta de su brillo, decidió esconderse y descansar para seguir viaje al día siguiente. Cuando se disponía a intentar dormir, noto que no estaba sola. Alguien más se estaba escondiendo en el mismo sitio.

- Quien eres? – pregunto asustada.

- Soy una estrella del norte – respondió tímidamente una voz muy suave y con un acento algo extraño.

- Que haces aquí escondida? No deberías estar en orbita dentro de tu constelación? – indagó algo sorprendida.

Ante el asombro de la estrella del sur, la del norte respondió que viajaba con su mismo propósito; cansada de la estructurada y matemática vida del norte, escapaba al sur, donde decían era todo mas atractivo y alegre. Cada vez estaban mas confundidas, pero con el pasar de las charlas y las horas, las dos comenzaban a sentirse muy acompañadas y alegres de haberse encontrado en ese sitio… en ese momento…

Ambas estrellas pasaron la noche entera contando sus historias y compartiendo las mejores y más divertidas horas de sus vidas. Se sentían la una para la otra y comenzaban a encontrarle el sentido al vivir, pero entre tanta felicidad se descuidaron de que eran fugitivas y con el amanecer llego el Sol, quien los encontró riéndose y besándose tras la sombra de un árbol. Sin siquiera tiempo para las despedidas los separó y envió cada uno a su constelación, advirtiéndoles que no admitiría otra desobediencia. Que lo que habían hecho era imperdonable y que jamás se volverían a ver en sus vidas.

Con lagrimas en los ojos se separaron justo en el momento que comenzaban a darse cuenta que la vida podría ser diferente juntos, que la felicidad no estaba en un lugar determinado, sino que solo dependía del amor con que se vive y con el cual se hacen las cosas. Por primera vez se habían sentido enamoradas…

Desconsoladas de tristeza, acudieron a la ayuda de la reina de las estrellas: la Luna, quien no solo era la más grande, sino que era la única quien tenia la facultad de moverse por el cielo con total libertad. Solo ella era capas de girar fuera de su orbita y era la única que conocía a todos los astros de su reinado. Ante el pedido de las estrellas, la Luna con gusto acepto ser su mensajera para llevar cartas de norte a sur y de sur a norte, las cuales las mantenía conectadas a pesar de la distancia entre ellas. Pero la comunicación no era suficiente, querían verse, tocarse, besarse… querían volver a sentir lo que sintieron aquella vez. No soportaban vivir alejadas por un denso y silencioso vacío, y con un guiño de aceptación decidieron quebrantar la eterna ley del perfecto y ordenado universo. Cegadas de locura decidieron entre ambas hacer lo que ninguna estrella se animaría a hacer deliberadamente. En un mismo instante se salieron de sus orbitas convirtiéndose en dos estrellas fugaces dirigiéndose a un mismo destino a la velocidad del deseo y el cariño. En un acto suicida decidieron terminar sus días en el universo para encontrarse en su caída, fundiéndose en un inmenso abrazo de amor para ya nunca volver a separarse.

Ellas fueron las pimeras, pero si alguna noche de verano, mirando el cielo, ves una estrella fugaz, piensa que en algun lugar hay otra; que estan enamoradas, y que aunque vivamos en un Universo oscuro, en un Universo negro, en un Universo helado y matematico, logragan encontrarse, se besaran por un instante nada mas y desapareceran eternamente entre destellos de amor y de ternura.

Fin


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