26 jun 2011

CAOS AMAZONICO

Manaus desde el Barco
Llegar a Manaus es sinónimo de caos. Es prácticamente imposible imaginar que semejante ciudad pueda existir en medio del pulmón selvático más grande del mundo. Fue tanto el furor del caucho en la época dorada que miles de extranjeros asentaron allí sus fábricas y más brasileños aun, eran los que se acercaban en busca de puestos de trabajo, a esta ciudad de constante crecimiento. Cerca del puerto cientos de puestos de venta ambulante de cuanta porquería se les ocurra, se amontonan sobre una especie de plaza y sobre las calles mismas, y más hacia el este nos encontramos con el Mercado Lisboa, al cual lamentablemente solo pudimos acceder a una parte ya que estaba en remodelación. Allí, todo tipo de peces y mariscos de rio son vendidos a por doquier. Incluso, ante mi asombro, se venden camarones de rio, de igual aspecto a los de mar, aunque también los hay unos muy pequeños (no mucho más grande que una mosca), de color transparente, que sin dudas deben ser exquisitos salteados en aceite con un poco de ajo.

Puerto de Manaus
Por otra parte, esta ciudad de más de 3 millones de habitantes posee una zona franca a la cual se acerca muchísima gente de todos lados para comprar productos que serán revendidos en otras ciudades cercanas y no tanto. Esto es lo que haría nuestro amigo el Negrito Bailón, para comprar barato aquí y vender hasta por 4 veces más en Oiapoque, donde cruza gente de la Guyana Francesa con Euros y no se fija demasiado en los precios, ya que siempre son más económicos que en su país.

Teatro Amazonas Exteriores
Habíamos decidido no quedarnos demasiado tiempo en Manaus y lo único que nos parecía imperdible, era conocer, al menos por fuera, el famoso Teatro Amazonas. En medio de una gran explanada con un piso muy psicodélico que da la sensación de estar en constante movimiento, se encuentra un monumento que hace alusión a los 4 continentes más grandes del planeta; América, Asia, Europa y África. Por uno de sus lados nos encontramos con la catedral, y a su izquierda, las grandes escalinatas que nos depositan frente al gran teatro. De afuera la construcción no es demasiado imponente, bastante plana y con poco decorado, aunque con una cúpula de varios colores brillantes que a pesar de no tener nada que ver con el resto de la edificación, le dan un tono más amazónico y brasileño.

Teatro Amazonas Interiores
Comenzamos a rodearlo para encontrar alguna entrada abierta, para así poder informarnos si había alguna posibilidad de ver una obra o al menos poder ingresar solo para conocerlo por dentro. En portugués y pegado sobre una columna había un cartel que no terminaba de entender bien. Decía que en el día había un concierto de jazz, y a su lado donde debería estar el precio, no había números sino una palabra que ahora no recuerdo, pero pensé, si no hay números, eso debe significar “gratis”. Preguntamos, y efectivamente, a las 7.30hs había un concierto gratuito de jazz, que claro esta no íbamos a perder. Volvimos rápidamente a ducharnos, vestirnos un poco más de personas, y a buscar a Mauri para comentarle la noticia.

Jazz Anazonico
A las 7 en punto estábamos haciendo cola frente al gran teatro. Por dentro era mucho más imponente que por fuera. No demasiado grande, pero decorado con muy buen gusto nos remontaba a principios de siglo, con sus butacas de madera y pana roja, sus balcones y palcos con ornamentos dorados, su gran telón y los frescos de su cúpula iluminada por una gran araña colgante de muchísimas luces amarillentas; solo faltaba tener a los hombres vestidos de traje y galera, y las mujeres con grandes vestidos e infinitos peinados, para retroceder definitivamente a los 1900s. Sonó tres veces la campanilla y los músicos subieron a escena. Durante una hora y media otorgaron un show fusión de jazz con algo de música latina (más que nada por el aditamento de la percusión), pasando por temas de los más reconocidos jazzistas del Brasil.

Casa de la Cultura
Con sonrisas en la cara volvimos al hostal para descansar, ya que al día siguiente debíamos embarcarnos una vez más, ahora por el rio Amazonas, hacia Santarém. A pesar del caos y la locura comercial que encierra Manaus, nos pareció una ciudad digna de ser visitada y recorrida, donde la historia del Brasil se ve en cada calle y el ritmo de vida es tan alocado como el de una capital.  






HACIA EL CORAZON DEL AMAZONAS

Con Mauri en la F-100

Finalmente después de tres meses de viaje, tan solo un rio nos separaba de nuestro cuarto país en la ruta; Brasil. Era solo cuestión de cruzar el rio Mamore en pequeñas embarcaciones para comenzar a falar portugués y encaminarnos hacia el corazón del Amazonas; Manaus. Pero antes de eso es preciso realizar los trámites migratorios, los cuales no son exigidos por lo que uno mismo debe preguntar donde están las oficinas y dirigirse a ellas para estar oficialmente fuera de Bolivia. A pesar de no haber tenido ningún tipo de inconvenientes, hacia unos días que no me sentía demasiado seguro, no sé porque pero estaba con miedo, un poco de angustia y mal presentimiento, el cual difícilmente se equivoca cuando aparece. Queríamos encontrar algún otro viajero para ser un grupo más grande y así poder estar más tranquilos, y fue cuando me dispuse a cambiar dinero, cuando me encontré con Mauricio.

Playas del Rio Madeira
Este loco personaje de gran humildad y corazón tamaño sandía, era ingeniero agrónomo y desde que se recibió en la Universidad de Esperanza, Santa Fe, comenzó a trabajar con hacienda, compró algunos campos y varias cabezas de ganado, alquilo otros y con mucho sacrificio armo su empresa ganadera en la provincia de Formosa. Pero hoy, ya con 40 años encima, Mauri se cansó de las presiones de los prestamos, los viajes desde su Santa Fe natal al caluroso y húmedo noreste, de esa vida rutinaria que casi todos tenemos, y vendió completamente todo lo que tenia. Hacienda, maquinaria, auto, camioneta, cerro cuentas bancarias (no se quedo ni con una tarjeta de crédito), compro un par de departamentos, los alquilo y salió a recorrer el mundo; pero para hacerlo un poco distinto, prefirió salir en bicicleta. Así nos presentamos y juntos cruzamos al Brasil, para emprender viaje hacia Manaus.

Rio Madeira
Ya en Guajara-Mirim y luego de pasar por migraciones, la cual también hay que buscarla a unas 6 o 7 cuadras del puerto, nos dirigimos a la Rodoviaria (así llaman aquí a las terminales de buses), en la caja de la F-100 de un brasileño que se ofreció amablemente a alcanzarnos. Pero se preguntaran: “Mauricio no viajaba en bicicleta?”. La respuesta es sí, pero desde su partida no había hecho más que 300 o 400km sobre Rosa (como decidió nombrarla) y ya dudaba si seguir cargándola en las bauleras de los colectivos o venderla por algún lado y continuar sin ella. De esta manera, luego de unas 6 horas llegamos a Porto Velho, ciudad desde la cual desaparecen las rutas, y aparecen los grandes ríos afluentes del Amazonas, para transformarse en las carreteras náuticas para cualquier tipo de transporte.

Hamacas en el Almirante Moreira VIII
Al día siguiente, luego de pasar la noche en un pequeño hotelito enfrente a la rodoviaria, emprendimos caminata al puerto, pasando antes por el centro, donde esperábamos embarcarnos en un viaje de unos 3 a 4 días que nos dejaría definitivamente en Manaus. Esquivando camiones y hombres que cargaban hasta 4 bolsas de cebolla sobre sus hombros, nos embarcamos y acomodamos nuestras hamacas en el que nos pareció el mejor lugar dentro de las posibilidades del barco Almirante Moreira VIII, un carguero que en su piso intermedio transportaba pasajeros pero en su cubierta inferior, estaba completamente repleto de banana, sandía, papa, cebolla, algunas motos, y hasta un auto. Pero hay algo de lo cual me estoy olvidando; para este entonces, Mauri ya había donado su bicicleta al dueño del hotel donde habíamos pernoctado, el Sr. Pimienta, quien era candidato a senador y de su cara estaba empapelada toda la ciudad. Durante el desayuno habíamos hablado con él y nos pareció muy buena persona, por lo que este intento de ciclista había decidido regalársela y de una vez ya no tener que cargar con Rosa durante su trayecto. “Ya está, no hay que apegarse a las cosas materiales”, se repetía a cada rato.

Area de Carga
Si hay algo que hay que aprender sobre los barcos en Brasil, es que nunca dicen la verdad respecto a los horarios; ni de zarpe, ni de llegada. Al momento de embarcarnos y comprar los tickets nos habían dicho que saldría ese mismo día a las 18hs, pero después nos terminamos enterando que saldría al otro día, aunque el horario tampoco era claro, unos decían a las 14hs, otros, cerca de la noche. Pero lo bueno es que permiten a los pasajeros dormir allí cuanto tiempo sea necesario, por lo que esa noche ya la pasamos embarcados, aunque en el puerto, esperando que al otro día zarpásemos lo más temprano posible.

Luis, el "Negrito Bailon"
Así fue que en la mañana del día siguiente terminaron de cargar las sandías y cebollas que restaban y cerca de las 14hs comenzamos nuestro primer viaje fluvial por los ríos del Amazonas. Eran más de 100 hamacas, más de 100 personas que compartiríamos abordo los próximos 3 o 4 días, conociéndonos con algunos y apenas saludándonos con otros. Pero había personajes que no pasarían para nada inadvertidos, como ser el Negrito Bailon, un peruano de casi 60 años que viajaba hacia Oiapoque, en la frontera con la Guyana Francesa para allí estar un rato en el bussines, como él decía, vendiendo cualquier tipo de productos por la calle. Al principio se tornaba un poco pesado contando siempre las mismas cosas y tocando su cajón peruano, pero ya entradas las horas y con Luis (ese era su nombre) más tranquilo, comenzamos a conocer la inigualable vida de un tipo al cual los años no le habían pasado en vano. Había viajado por Sudamérica por un largo rato, para luego embarcarse como marino en Manaus en barcos petroleros griegos, luego en mejicanos, donde viviría más de 10 años, para más tarde mudarse a Suiza, donde vivían sus 3 hermanas. Allí se aburriría del trabajo de barman y comenzaría a viajar por toda Europa, viviendo incluso en Mónaco, donde limpiaba yates de los magnates más poderosos de todo el mundo. Actualmente vivía en La Serena, Chile, y se dirigía a Manaus en lo que según él era su último viaje ya que estaba un poco cansado de tanto movimiento.

Casas sobre el Madeira
Los días pasaban y el rio Madeira, por el cual navegábamos, cada vez se tornaba más ancho. El paisaje un tanto monótono aburría bastante por momentos, pero aprovechábamos el día para estar en las terrazas, disfrutando un poco del sol, leyendo y charlando con quien nos pareciera interesante. De vez en cuando aparecían delfines rosados a los lados del barco y nos acompañaban por largos ratos. Las noches llegaban rápido, ya que el sol cae bastante temprano, y descansar en las hamacas de a poco se iba tornando menos incomodo. A veces aparecían pequeñas lanchas del medio de la nada, las cuales subían y bajaban gente sin necesidad de detener el barco, e incluso bajaban carga. Eran una suerte de piratas de rio, que a veces intimidaban con su llegada rápida y ruidosa.

Encuentro Das Aguas
Al cabo del 3er día, a las 14hs llegamos a Manaus, pero no sin antes ver el increíble fenómeno del “Encuentro de las Aguas”, donde se juntan el rio Solimais con el rio Negro para formar el Amazonas. Sus aguas, de tan diferentes cualidades y colores, otorgan raras formas e imágenes cuando intentan entremezclarse en lo que es el rio más caudaloso del mundo. Como si se tratase de agua y aceite, estos no se funden fácilmente y se puede observar una línea ondulada que separa las aguas negras y acidas del rio Negro, de las marrones y turbias aguas del rio Solimais. Así, pasado el espectáculo y luego de navegar alrededor de 1250km, llegamos a Manaus, el corazón del Amazonas y nuestro primer punto importante dentro del país más grande de Sudamérica. 







15 jun 2011

GETTING TO BRAZIL


Another Border Town.
The last 2 weeks of May we spent in Santa Cruz, resting at the house of Gustavo Garcia (Emi’s uncle), who moved from Buenos Aires to Bolivia some 13 years ago. The stay was very pleasant and relaxing, but quite uneventful, as we mostly stayed at the house and hung out with the kids (they have three). Gustavo’s wife Gaby made sure we weren’t hungry by preparing exceptional meals and all sorts of snacks for us 4 times a day. It was like staying at an all inclusive hotel, where everything is done for you, and you are constantly inquired if there is anything else that you might wish. In other words, Garcia-Santarosa’s hospitality was unbelievable! THANK YOU FOR EVERYTHING!

On Monday night, May 28th, it was time for us to hit the road once again. We debated for a long time which way we should travel to the Brazilian border and what method of transportation we should use. Our options included going through La Paz or through Trinidad by a combination of any of the following: bus, boat, plane and a cargo truck. We decided to go with the most economical and relatively quickest option, which was a bus.

"Country roads, take me home..."
I have taken busses long distance more than once, so a prospective of being on the bus for consecutive 38 hours did not scare me too much. The experience was not scary, but something I do not recommend doing unless you are travelling on pennies like us. Our first over night bus from Santa Cruz to Trinidad was not so bad. Emi made sure we got front row seats which allow for some leg space. As you know, you can’t really call me a tall person, but in Bolivia it is not true, so I had to think about leg space and things tall people usually worry about. I really don’t know how normal size gringos can fit into anything here, if I was having trouble with ceilings and seats. So that night we actually slept, but only until dawn when we were woken up by roosters’ morning songs. I was all confused and thought that the sound was produced by someone’s alarm clock or a cell phone. When the sounds did not stop for an hour of two, it was clear that some of the passengers on that bus were real live roosters. In Trinidad, this was confirmed. 6 “singing” cardboard boxed were unloaded from the back of the passenger deck of the bus. Thank God they were just rooster and not pigs this time.

River Crossing...
In Trinidad, we learned that the next bus to Guayaramerin was leaving within the following 2 hours and I we did not take it we’d have to wait 24 hour for the next one. Trinidad, with its open sewage canals, with accompanying aromas and dust, was not quite appealing to me…So there we were on a bus again. This time however, it was a special kind of a bus. The kind of bus that does only dirt road routs, and has been doing them since the 70s….You can only imagine how I felt boarding this vehicle in an anticipation of a 28-30 hour ride. They say that the same rout can take up to 4 days in the summer season!


So, here are some 5 things that most impressed me about this special Bolivian treat bus trip:
  • 1.  There were about 10 small children on board with us and they slept on the dusty dirty floor between the seats. When the bus stopped for us to take a pee in the bushes, or no bushes, everyone had to be very careful not to step on kids limbs when exiting and entering the bus.
  • 2.    At one point we had to cross a river about 30 meters wide, and there was not bridge. The bus and the passengers were sent to the other side on a wooden float moved by a small motorboat.
  • 3.    When there were rest stops, most passengers bought food, candy, fruit and drinks to take on the bus. Naturally, all of this trash was soon on the floor, so you never knew what you were going to find under your foot in the middle of the night.
  • 4.    In the morning, I, once again, discovered that buses are very animal friendly in Bolivia. A few rows in front f me there was a woman travelling with a dog.
  • 5.    One of the passengers, whom Emi made friends with, told us that he was a hunter, and that he was travelling to the tropical part of Bolivia to stay there to hunt until December. Among his hunter stories, he told us that he had his rifle with him on the bus, and wanted to take it out to show it to us. I am sure it was a great gun, but I have had enough on that bus without adding more excitement to it.

Bolivian Ferries.
Oh, and one more thing. When we were all finally out of that bus, people looked like they were coming from some field exercise where they dug trenches. Everyone’s clothes and luggage were brownish-red, completely covered with the dirt road dust.

By 2pm on June 1st we were in Guayaramerin, a border town with Brazil. I could hardly believe that this was our last stop and we did not have to get back on that stupid bus…. We made it! Thank you, God!!!

14 jun 2011

POTOSI, CERRO RICO AND ITS MINES

The Streets of Potosi.
At about six in the afternoon we arrived to Potosi, the third highest city in the world. With more than 4000 meters above sea level, Potosi leaves you breathless when you take on a challenge to climb its streets. Potosi’s alleys, no more than 3m wide that zigzag through the labyrinthine of the city confusing tourists, lead us into a different world. Grand wooden portals, giant stone walls. and lots of colors in the costumes of the local women give the place a mixture of history with today's miserable reality.

Potosi -once the richest city in Latin America.
It is amazing how this city, once the richest in Latin America, can barely afford to maintain a collection of its ancient crumbling buildings, which have not seen any advances besides deterioration. It is enough to just go out to the streets to find evidence of the importance and the wealth of the city, build on the bloody money of its rich silver mines. We visited one of these active mines in a company of our guide Reinaldo, an ex-miner himself, who now dedicates his time to showing tourists the horrifying conditions of a miner world. It was soul-chilling to see that deep inside Cerro Rico nothing changed, time did not advance and did not bring any progress to make working conditions bearable.

We entered through the mines of Rosario, within the famous Cerro Rico. At the altitude of 4500 meters above sea level, the tunnels inside the mountain are flooded by water that seeps through its walls, and the rails for the mining cars that transport the minerals are barely held in place by a few metal hooks. In the areas of possible caving in, the walls of the tunnels are held up by wooden arches, although more than once we have seen those beams broken in halve right above our heads, waiting for the last push to rush to the floor.

A Potosina.
Since the founding of Potosi in 1545, the Spaniards have been sending all of “the fruits of the mines” directly to Europe, but since not so long ago many mines are now run by mining cooperatives. Each one owns one side of a tunnel the benefits of which go directly to the mining partners. Nonetheless, it is not that easy to become a partner of a cooperative. First, for some 8-10 years you must work as a miner in the lowest category and gain experience, then, if you have saved enough money, buy one of the faces of the tunnel and only then begin exploiting it for your benefit. Predictable enough though, the gains in those mines are minimal and the conditions ... as well. We went down 3 levels (separated from each other by 50 meters of mineral), and the heat became almost unbearable. The air was scarce and mixed with gases from explosions making it very difficult to breathe. It seemed that dust was constantly accumulating in our throats, as we were constantly coughing and spitting, although without actually spitting anything out. This is the sensation that you get when breathing in sulfur, lead and hundreds of sulfates that invade your lungs. I can still taste and smell that awful concoction, and it has been about 5 weeks since our visit to the mines.

A mineral separation plant.
We reached an area where a group of people was working. It was a family of a father and two sons (it is very common to have a family cooperative), and we spoke to them for a while about their life as miners.

- How long have you been working in the mine? – I ask one of the sons.
- Since I was 12. -  He answered firmly, demonstrating that he was an experienced miner.

- And how old are you? - Asked intrigued.
- 24!

Since the age of twelve, for more than 6 hours per day, he was immersed in the inhuman reality of the underworld with no lights, no air, and no water. I could not comprehend this….. And even less I could grasp how this life was possible after I was explained how the minerals were extracted and transported to the surface. In some cases the actual mining is carried out with dynamite explosions, in others by a pneumatic hammer, but in 90% of the time the digging is done manually. It turns out, that in a cooperative everyone has to buy their own tools and materials, as well as dynamite and air for the compressors, which ends up being too expensive for the miners. The carts that transport the rocks are also pushed by hand, and in many cases the tunnels have no rails, or belong to a different cooperative, so to avoid paying for their use, the miners prefer to load 100 kilogram bags full of minerals onto their backs and transport them that way. 

We left the mines in disbelief, not understanding how it is possible to work this way. Being a cooperative and working as partners, how is it possible not to use at least some type of machinery to facilitate the process?! It was pointless to look for answers or solutions.

Minors' Quarters.
After the mine we went to a plant where minerals are cleaned and separated. Trucks full of rocks extracted from Cerro Rico deposit their cargo on a rotating drum which grinds the stones, transforming then practically into dust. Then, the dust goes through a series of chemical pools, and eventually silver particles begin floating on the surface, which are then driven by a rotating blade to other pools located outside of the building. The rest is easy. The water with the silver particles is deposited onto the floor, letting the sun evaporate the water. Then the dry silver sand is shoveled into bags for subsequent transport.

And what happens then? Where does that silver go to be melted and turned into different products? Europe. Asking these questions cleared everything. Cooperatives sell 8 tons of raw mineral (a truck-full) to the separation plants for just $500. Those, in turn, for just a little bit more, sell the pure silver powder to Europe. It is there where the silver is melted, turned into merchandise, and then exported around the world. Now, it is clear where the principal revenue ends up, isn’t it? Do you know how much a silver bracelet costs? Well, after this experience you will not want to buy anything made out of this filthy, disgusting material. However, as I think about it this way, we would leave 85% of Potosí out of work.


The Silver Sand.
It makes me so angry that after so much struggle to be able to form cooperatives and work freely, the miners continue working in the same conditions as hundreds of years ago, continue to die from the same diseases, continue to live in poverty, and the money continues to stay in the same hands. The only difference is that now potosinos do not feel exploited. But how do you explain to these people that they are being exploited as slaves for the benefit of others, if since the age of 12 they are immersed in this surreal underworld of false wealth, without any possibility to study to be able to understand that they are being manipulated?

These are the feelings with which we left Potosi and its mines. The mines, where even women worked for three years while Bolivia was at war with Paraguay and there were not enough men to do the work. The mines where workers drink pure 96% alcohol to survive the suffocating underground enclosure. The mines where people do not last longer than 40 years. The mines where, unknowingly, potosinos are exploited since childhood, deceived by the fact that now they work for their own benefit. The mines that provoke nothing else than shame, disgust and sadness.





Translated from the original post " Un Cerro Rico, No Tan Rico" by Emiliano Garcia.

8 jun 2011

ODISEA BOLIVIANA

En Camino a Guayaramerin
Por la mañana, luego de unas 10 horas de viaje despertamos en Trinidad, con el canto de unos gallos que llevaban dentro del micro mismo. Todavía bastante melancólico y triste por haber dejado Santa Cruz, comencé a averiguar las diferentes maneras que teníamos para llegar a Guayaramerin, ciudad frontera entre Bolivia y Brasil, y los métodos aunque parezca mentira, eran varios. La opción más rápida, pero también más cara y por ende descartada era el avión. Otra manera era en barcos cargueros que bajan por el rio Mamore hasta la frontera misma, pero para esto debíamos gastar cinco días, y al saber que ya navegaríamos en Brasil, era mucho tiempo, por lo que también fue descartada. Por último teníamos la flota; los buses bolivianos. Lo único que no estaba muy en claro era el tiempo que estos demoraban, ya que ante mi interrogatoria, recibí respuestas de lo más variadas; “24hs”, “36hs”, “2 días”; en fin, sería un viaje muy muy largo.

Rio Mamore
En apenas unas horas salía la flota, y no tenía sentido esperar al día siguiente, por lo que sacamos nuestros boletos y nos montamos en el bus más viejo, sucio, y rotoso que subí en mi vida, el de la empresa 1ero de Mayo. Era de los años 70, color crema con una franja roja, con butacas enfundadas llenas de polvo y caños a modo de columnas para sostener el techo. En las bauleras no solo llevábamos equipaje, sino también unas 20 garrafas de gas de 10kg; una bomba en movimiento. El chofer conducía sobre un asiento de hilos de goma y maniobraba un volante al cual solo le quedaba el hierro del interior oxidado. Sobre su cabeza, se improvisaba una litera con unos caños soldados y un pedazo de espuma a modo de colchón. Los buches sobre los asientos apenas se sostenían con alambres y algunas sogas, y el baño… bueno, no había baño.

Camiones cruzando el Mamore
Comenzamos a movernos, la odisea comenzaba. Luego de un primer tramo, en el cual todavía nos sentimos bien, donde nos parece que exageramos al prever tan duro viaje, llegamos al rio Mamore, el cual debe ser cruzado en balsa ya que es bastante ancho y si aquí no hay carreteras; menos hay puentes. Una embarcación de madera llena de filtraciones, comandada por un pequeño bote a motor nos cruza tanto a nosotros como al bus. Ya del otro lado continuamos viaje y entre pampas y selvas, atravesando todo el departamento del Beni, la zona agrícola ganadera de Bolivia, se nos hizo la noche.

Nuestra flota cruzando el Mamore
Era imposible dormir en esas condiciones. Entraba tierra por las ventanas, la incomodidad era absoluta y por si fuera poco hacia un calor insoportable. Paramos a cenar y para ir al baño, y el alivio al salir del encierro era enorme. Pero en pocos minutos volvimos al bus y las condiciones volvieron a lo primitivo nuevamente. Si viajar en la zona del altiplano es una odisea, esto no sabría con que adjetivos catalogarlo. El pasillo estaba lleno de niños y gente, y como si el bus no estuviese completo, cerca de las 3 de la madrugada se detuvo en un diminuto pueblo (Santa Rosa de Yacuma) y subió aun más gente, la cual no tenía otro remedio que viajar parada o tirada como pueda por algún rincón del micro. No sé cómo pero paso la noche y esperábamos que el llegar a destino no pasase del mediodía.

Paisaje del Beni
Pero el andar parecía interminable. El camino ahora es de tierra colorada, y el paisaje similar al de Misiones en Argentina solo que completamente llano. Grandes montes selváticos se extienden a nuestro alrededor y grandes nubes de polvo en el interior del bus. Para intentar pasar un poco más rápido el tiempo me pongo a charlar con quien se sentaba detrás mío. Un hombre de unos 35 años, de tez morena y cabeza rapada. Un fino bigote bajo su pequeña nariz, era como la continuación de una gran cicatriz en la mejilla, de la cual no me anime a preguntar su procedencia. Me contaba que venía a Riberalta a cazar, y que incluso tenía su rifle ahí, en los buches del bus sobre su cabeza. Un poco anonadado no entendía que viajara en el bus con el rifle encima, como si se tratase de una guitarra.

Lanchas que cruzan al Brasil
Me levante para pedir al chofer que se detenga para ir al baño y note que una de las pasajeras viajaba con un perro entre las piernas. La gente bajaba a orinar y se les notaba un aire de guerra, un aspecto de haberse revolcado entre el polvo durante horas sin tener siquiera un poco de agua para lavarse ni las caras. Cuando parecía que nunca llegaríamos, vi por la ventana la publicidad de un partido político, con la cara de un postulante a alcalde; de alcalde en Guayaramerin. Creo que no vi en todo el trayecto un solo cartel de publicidad, pero la política llega incluso a donde no llega ni siquiera Coca-Cola. Pero lo bueno del cartel era que si o si, debíamos estar cerca de destino. Luego de unos 15 minutos llegamos a la terminal.

Lanchas esprando su turno
Me sentía como si hubiese ganado una batalla muy dura, donde había recibido más golpes de los que había dado. Una batalla de 29 horas entre el polvo, la incomodidad, los malos olores y el malhumor absoluto; pero la habíamos ganado. Estábamos ya en Guayaramerin, prontos para ultimar los últimos detalles antes de cruzar definitivamente a Brasil y adentrarnos por completo en la inmensurable selva Amazónica. 



DESCANSO EN FAMILIA / PARQUE NACIONAL AMBORO

Camino a Macunucu
Después de dos meses y medio de viaje y más de 7000 km recorridos llegaba nuestro primer gran descanso en medio del cálido ambiente familiar. Nos esperaban 15 días en Santa Cruz de la Sierra en casa de mis tíos quienes viven allí hace ya más de 12 años. La verdad es que no estaba cansado, pero hacía casi una semana que sabía que nos acercábamos a ver a la familia, y mi cabeza cada vez mas pedía llegar a su casa (como cuando uno tiene ganas de in al baño y estas ganas crecen incontrolablemente mientras más cerca estamos del mismo). Pero al fin estábamos allí, bajando de la flota luego de 19 horas, en el 4to anillo y la avenida San Aurelio.

Descansando en el Camino
Me alegró mucho poder comer todos juntos, jugar con mis primos y compartir un buen rato con mi tío. Los mediodías los ocupaba en ir a buscar a mis primos a la escuela. Al más chico, Brian, solo fui una vez, ya que la mayoría de las mañanas acusaba estar cansado, con mucho sueño y terminaba quedándose en la casa. Pero a los que si traía cada día era a Nico y a Thiago, a quienes les es un poco más difícil escapar al rigor escolar. Y en las tardes llegaban los campeonatos de Rally en la Play, que en más de una ocasión terminaban en algún revoleo de control o reseteada en medio de algún tramo. Cuando no estaba en la casa, acompañaba a mi tío al trabajo, a ver caras conocidas y charlar un poco en el transporte. Y en las noches predominaron las pizzas caseras a la parrilla, que Brian ofrecía bajo el slogan de “Pizzas Gustavito, el que no las come se queda chiquito”.

Camino al Amboro
Teníamos ganas de visitar el Parque Nacional Amboró, que a pesar de estar muy cerca de la ciudad, todavía no lo conocía. Averiguamos con agencias de viaje, ya que no dejan entrar al parque solos, y nos parecía muy caro lo que pedían para pasar apenas una o dos noches dentro de la reserva. Decidimos aprovechar el cuatriciclo de mi tío e intentar ir por nuestra cuenta y ver si conseguíamos algo mejor en las mismas comunidades en alguna de las entradas al lugar.

Acampando en Villa Amboro
El Amboró es un parque muy nuevo y dentro de el conviven varias comunidades indígenas que viven de la ganadería y el cultivo. Es por esto que el estado en el momento de nombrarlo Parque Nacional, reservo una franja que rodea todo el predio en la cual emplazaron sus casas los aborígenes y montaron sus pequeños pueblos donde pueden seguir cultivando y criando sus vacas y gallinas. Así luego de averiguar un poco en Buena Vista y ver cuál era la mejor opción en un mapa que copiamos a mano en un papel, decidimos ir a la entrada denominada Campamento Macuñucú.

Mirador del Amboro
Allí el camino termina justo en medio de una cancha de futbol, la cual rodeada por chozas de madera y paja hace de plaza principal de la población. Como también había visto en Ecuador, las comunidades construían sus viviendas alrededor de una cancha, donde el jefe de la misma era el dueño de la pelota. El pueblo se llamaba Villa Amboró. Uno de los chicos nos explico que su hermano, quien era guía, no estaba allí en ese momento, sin embargo él mismo nos podía llevar al parque a hacer unas caminatas por solo USD 10, nada contra los casi USD 150 que nos pedían las agencias. El problema es que ya era tarde y no hacíamos a tiempo a entrar y salir en el día, por lo que luego de la aprobación de la gente de la comunidad, decidimos acampar y pasar la noche en la mismísima cancha de futbol, en medio del pueblo. Sería como un equivalente a armar la carpa en la Plaza de Mayo en Buenos Aires, solo que aquí restamos varios habitantes; dejando tan solo 200.


Villa Amboro
Por la noche como si fueran murciélagos, aparecía gente de todos lados. Luces de linternas cruzaban la cancha (el pueblo no tiene luz) y motos sin ningún tipo de iluminación, desaparecían en el monte sin entender a donde se dirigían. Bajo un cielo tapizado de estrellas, caminaba un viejo con una radio bastante grande, como del tamaño de una caja de zapatos, colgando del cuello con una cuerda, desde donde no salían sonidos demasiado entendibles para nuestro oído. Dentro de los alcances de mi imaginación, nos encontrábamos en un lugar de lo más parecido a Macondo, de “100 Años de Soledad”.

Desde arriba de la Cascada
Cerca de las 9 de la mañana comenzamos a caminar. Dejamos el cuatriciclo en la casa de don Marcos, uno de los pobladores más antiguos de Villa Amboró, y comenzamos a adentrarnos en las yungas bolivianas. Muchísima vegetación cargada de humedad extrema y el cruce de varios ríos nos llevo a nuestra primera parada. Eran dos cascadas no muy grandes pero si muy lindas por su entorno y emplazamiento. A los pies de su caída se encontraban profundas pozas de agua donde incluso pude bañarme un rato.

Pizzas Gustavito
Seguimos caminando en busca de una gran cascada de unos 60mts de altura, aunque no teníamos demasiada esperanza respecto del caudal de agua con el cual nos íbamos a encontrar. Era una enorme pared de piedra de forma semicircular y desde su punto más alto caía un espray, una pulverización que apenas nos mojaba como llovizna de verano. Por uno de sus lados subimos a la parte alta de este gran salto y descubrimos el rio que lo alimentaba, el cual estaba prácticamente seco. Era tan poca el agua que caía, que se perdía antes de llegar al suelo.

Nico y Brian en Rio Selva
Por último, adentrándonos más y más en la gran selva, fuimos al mirador del Amboró, desde donde se puede apreciar el cerro que lleva este nombre, y con el que a su vez fue bautizado el parque. El camino se pone más interesante en este tramo. Arboles con gigantescas raíces, helechos gigantes, lianas y palmeras van quedando a nuestro lado mientras ascendemos hacia el mirador. Atravesamos incluso una parte donde el sendero era muy angosto y con precipicio a ambos lados, con grandes árboles de mara y piedras en el suelo, similar a alguna escena de Avatar. Cuando por fin, la imagen a lo lejos de ese cerro de piedra cortado, rodeado completamente por una abundante vegetación de un verde bastante oscuro nos dice que llegamos al final del camino. Es increíble el alcance de la selva, la cual parece no tener fin. Parece mentira estar a escasos 50km de una gran urbe con más de dos millones de habitantes. De esta manera volvimos al pueblo y luego a Santa Cruz, a tomar un buen baño y descansar un poco luego de un largo día de caminata y mucho, mucho calor.  

Rio Selva Resort
La semana siguiente fue muy tranquila, una vez más en familia, compartiendo tiempo con todos e intentando cargarnos de nuevas energías para continuar el viaje. El fin de semana fuimos a un Resort a unos pocos kilómetros de Santa Cruz, donde por si fuera poco, tuvimos más descanso aun; tomando unas sesiones de sauna, piscina, y descansando en una cabaña con todos los lujos. Incluso con televisión, donde pude gozar de un maratón deportivo sin igual, con un Del Potro – Djokovic en el polvo de ladrillo parisino, seguido de la Formula 1 en Mónaco, el WRC en Córdoba, Turismo Carretera en Buenos Aires, las 500 Millas de Indianápolis, y como broche de oro, la final de la Champions League en Wembley entre Barcelona y Manchester United.

Todos en la Despedida
Bastante melancólico y con mucha tristeza dejamos Santa Cruz. Tenía muchas ganas de quedarme un tiempo más, pero debíamos movernos, de lo contrario cada vez seria más difícil volver a arrancar. Por otra parte ya teníamos fecha para dejar Sudamérica, por lo que si queríamos tener tiempo para conocer lo mejor posible el infinito Amazonas, era mejor comenzar a hacer kilómetros, por lo que nos subimos a una flota con destino Trinidad. Brasil esperaba…