10 abr 2012

LA VIDA EN EL DELTA

Solitaria por el Delta
Existe un grupo de ríos a los que se le llama hermanos. No por compartir las mismas tierras, ni por encausarse en algún momento, sino por poseer entre si, cualidades que los hacen únicos e indispensables en el desarrollo de la vida en cada una de sus regiones. Sus orillas fueron las primeras zonas habitadas de cada continente y sus deltas el corazón para la pesca y la agricultura. Entre ellos se destacan el Misisipi en Norteamérica, el Paraná y el Amazonas en America del Sur, el mítico Nilo en África, y el rico y turbio Mekong en Asia. Con sus orígenes en la meseta tibetana China, en las alturas de la cordillera del Himalaya, sus causes descienden de norte a sur haciendo de frontera natural entre Laos y Myanmar primero y Tailandia unos kilómetros mas tarde. Apenas metros antes de ingresar a Camboya logra su mayor anchura (14 Km.), y es en dicho país donde las inundaciones en temporada de lluvia hacen de sus tierras aledañas una de las zonas más fértiles de Asia para el cultivo de arroz. Pero es en su agonía, antes de mezclarse con el agua salada del Mar de China, cuando un delta de mas de 40.000 km2 de superficie le cambia la vida a millones de personas que entre ríos e islas viven sus vidas en el sur de Vietnam, país que recibe las cansadas aguas del Mekong luego de 4.880 Km. de viaje asiático.

Sandias
Desde que decidimos conocer el delta que dudábamos en como hacerlo. Como ya habíamos experimentado, los tours vietnamitas debían ser siempre evitados, pero una región tan amplia y complicada de transitar como un delta repleto de islas y canales, no nos daba demasiadas opciones. Decidimos tomar un tour de solo un día, y que no nos traiga de vuelta a Saigón, sino que nos deje en la ciudad de Can Tho. “Ahí no van a conseguir nada” nos decían, a lo que les contestábamos con toda la seguridad que no teníamos “no se hagan problema, traemos carpa”, como si la fuésemos a armar en el medio de una avenida. Así fue que luego de la recorrida del día al estilo club de jubilados y con un guía que le entendíamos mejor el vietnamita que el ingles, nos dejaron finalmente en la puerta de un hotel, donde sea como sea, debíamos evitar quedarnos si queríamos conocer un poco mas el corazón del delta. De alguna manera nos entendimos con el guía y nos paso el teléfono de Hung, un hombre que según el hospedaba gente en su casa a orillas de uno de los canales del Mekong.

Vendedora de Pijama
Por suerte el ingles de Hung era el mejor que conocimos en Vietnam, y luego de unos 25 minutos en moto y unos tantos kilómetros por callecitas de tierra que cruzaban varios canales, llegamos a su casa gigante, repleta de cerámica y escasa de muebles, a metros del agua marrón y turbia del río. Nos acomodamos en una habitación al lado de la cocina, y rápidamente comenzamos a sentir que estábamos en el lugar correcto. La abuela estaba preparando la comida; unos spring rolls que ella misma se encargo de enseñarnos a armar y luego freír, sumado a otras verduras y pescados sacados no hacia mucho de las aguas marrones del Mekong. La mujer de Hung resulto ser profesora de ingles, y con gran entusiasmo nos enseño un poco lo irreproducible de su idioma, como así también algunos quehaceres rutinarios que nos eran completamente inimaginables. Mezclando el agua color chocolate del río con una piedra de alumbre que compran en el mercado por solo algunos centavos, logran que la tierra y sedimentos se unan y precipiten al fondo del balde. Es increíble como parecen imantarse las partículas de suciedad, descendiendo y amontonándose, dejándola prácticamente transparente. Solo resta un hervor y ese agua turbia y sucia, pasa a ser útil para el consumo de toda la gente que habita las islas donde el agua corriente y potable no les llega a sus viviendas.

Cruzando uno de los Canales
La cena fue simplemente genial. Bien al estilo vietnamita, la mesa repleta de platos que entre todos compartíamos mientras charlábamos mirando a la pequeña calle de tierra en frente del río, por donde entre la oscuridad adivinábamos chicos pasando en bicicleta y algunos ansiamos empujando sus pollos y patos de vuelta hacia sus casas. Al momento de la sobremesa, Hung trajo unas bolsitas con su ya conocido vino de arroz, y con solo un chop stick, lo agujereaba y nos servia para que brindemos con varios chupitos, repitiendo como siempre las tres palabras mágicas: “Mot! Hai! Ba! Do!” (Uno!, dos!, tres!, bebe!).

Puesto Flotante
Al día siguiente nos despertamos bien temprano y un bote de madera con un enorme motor de camioneta naftero, bañado en aceite y humeando por todas las juntas a la vista, regulaba a contra tempo sobre la cola de la pequeña barca mientras un largo eje hacia girar una pequeña hélice de dos astas. A los pocos minutos se sumo Hung, con unas tazas con café, unas bananas y una lata de leche condensada. Comenzaba a amanecer y los colores de la verde vegetación reflejada en el agua prácticamente inmóvil, daban la sensación de navegar entre un pesado mercurio, abriéndonos paso entre cachalotes, esquivando las largas sombras mañaneras. Siendo Can Tho el centro del delta, y la ciudad más grande dentro del mismo, es aquí donde se desarrolla el mercado flotante más grande de Vietnam, y uno de los más grandes del mundo. Es aquí donde la gente sale de compras en bote, en negocios que se hamacan al compás del agua y comerciantes que ofrecen sus productos desde sus embarcaciones.

Sopas para Desayuno
En lo alto de cada barca se alza una caña de la cual cuelgan el producto que ofrecen y si es necesario, en sus diferentes tamaños. Sandias, zanahorias, cebollas, papas, piñas, mangos, cocos, melones; se exponen cual cartel de venta y de presentación del vendedor. Risueñas caras saludan a nuestro paso, haciendo señas intentado persuadirnos de que les compremos algo. Otros botes mas pequeños se los ve humear desde el centro, donde encienden fuego allí mismo para preparar sopas, arroz con carne y verduras, desayunos ya preparados y calientes para quienes se acercan temprano al mercado. Gaseosas que pasan de botellas de vidrio a bolsas plásticas, café caliente y golosinas, completan una amplia variedad para quien ande hambriento. Abriéndose pasó en su pequeño botecito, venia arrodillado en la proa a remo lento y pausado Thien, un vendedor de loterías de una sonrisa inigualable.

Al pasar la zona central y acercarnos mas a las orillas, incuso veíamos como algunas barcas vendían cañerías, hachas, machetes y demás artículos de ferretería y construcción; pero la mayor sorpresa nos la llevamos cuando preguntamos a Hung si no había barcos que vendan carne. Solo basto que levantara su brazo derecho y con la mano abierta (no es de buena educación señalar con un dedo) nos dirija la mirada hacia la punta de una caña de la cual colgaba la cabeza de un cerdo y las patas de una gallina. Es que el mercado lo tiene todo, y como corazón del delta, la vida y el comercio rondan en torno a el.

Mercado Flotante
Todo lo que no sea río, ni tampoco casas, son plantaciones de arroz. Cada isla posee grandes campos que aprovechan la fertilidad de las tierras y lo fácil de la inundación para la siembra y cosecha del “oro blanco” vietnamita. De la misma manera, muchas fábricas se alzan en la zona, para lo que son los trabajos posteriores a la cosecha, en donde se lleva la espiga en bruto, al grano perfecto y listo para el consumo. Grandes tambores giran cual centrifugadoras gigantes y por medio de pelos de alambres quitan primero la cáscara, para luego ser agitados por grandes paletas de goma, las cuales lo limpian de la capa marrón que llevan adherida (arroz integral), dejándolo blanco y libre de impurezas. Una serie de tamices se encargan de filtrar y seleccionar los diferentes granos, ya que dichas maquinas lo rompen con bastante facilidad, y así clasifican entre los diferentes tipos de calidad. Absolutamente todo es utilizado, desde el grano más largo y perfecto para la exportación, hasta los más rotos y el polvo del arroz integral para alimento de aves y cerdos; y las cáscaras para fuego y luego abono con sus cenizas. Incluso los granos mas rotos son prensados y con la leche que extraen mezclada con tapioca, cuecen una especie de panqueques súper finos, que al secarse los cortan en cintas, obteniendo los famosos fideos de arroz.

Volviendo a casa luego de la compra
A las 8 de la mañana el mercado se dispersa y desaparece. Lentamente volvíamos entre este gran laberinto acuático, apreciando la vida e intentando reconocernos como uno mas que vuelve del mercado a su casa con la compra para la semana. A un lado una mujer con un pañuelo en la cabeza, lavaba su ropa en la vera del río. Mas adelante, un anciano muy flaco y en cueros, se disponía a preparar sus redes para la pesca del día. Varios chicos se acercaban a saludar y Hung les tiraba chupetines desde el bote. Desde lo alto de algunas palmeras, grandes cocos amenazan con agujerearnos el bote cual bala de cañón, mientras algunos peces saltan hacia los lados como tratando de salirse del camino de la hélice de nuestro pesado motor. El delta es mágico; genera una especie de micro sistema de vida diferente, que adapta a seres a vivir en torno a el y nos permite a nosotros vernos inmersos al menos por unos días en lo que es esta vida que no parece haber sido alterada en mucho tiempo. Esta fabulosa vida en el delta.






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