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Camino a Krasnoyarsk |
Atravesar Rusia no es poca cosa, y menos si para hacerlo utilizas el servicio ferroviario continuo más largo del mundo; el Transiberiano. Miles y miles de kilómetros unen la capital Moscovita con el extremo oriente del país, Vladivostok, así como también Beijing en China, a través de alguna de sus dos bifurcaciones: el Transmongoliano, el cual atraviesa Mongolia, como su nombre mismo lo indica, o el Transmanchurriano, el cual cruza directamente a China sin tocar Mongolia, pasando por la ciudad de Harbin y finalizando también en Beijing. Es increíble enterarse que gran parte de estas redes ferroviarias, como así también el BAM (otra de las redes que se desprende del Transiberiano y cruza el lago Baikal por su extremo norte), fueron construidas por los llamados desertores del sistema soviético, como así también miles de extranjeros de los cuales el comunismo se encargo de tomarlos como enemigos del estado y enviados directamente al frio de la Siberia, donde en diferentes campamentos se ocuparían de la construcción de estas redes ferroviarias.
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Tipica Azafata Rusa |
Mientras uno más se acerca al oriente, es muy común encontrarse con ancianos que cuentan sus días en los campos de trabajo forzado, más conocidos como GULAG. Estos campos fueron en un principio reservados para criminales comunes, aunque muy rápidamente se llenaron de los llamados enemigos políticos de la Unión Soviética y de miles de extranjeros que encarcelaban sin motivo alguno, solo por el hecho de no ser rusos o no portar un estandarte soviético en su pecho. Con total normalidad aunque sin dar demasiados detalles, ni dejarse ser fotografiados, estos ancianos, la mayoría polacos, ucranianos y bielorrusos, cuentan cómo fueron separados de sus familias y encerrados por décadas en estos trabajos forzados dentro de los GULAG. Entre los ancianos que siempre hay en cada vagón del tren, tampoco faltan el grupo de borrachos, desayunando vodka con galletitas a las 9 de la mañana, algún rusito de corta edad que no para de correr, caer y llorar por los estrechos pasillos del tren, y las gordísimas azafatas, casi siempre serias y malhumoradas, dentro de su traje azul retro de los ’80.
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En alguna estacion Siberiana |
En Rusia el 90% de los trenes, salvo dos excepciones en los tramos Moscú - St. Petersburgo y Moscú - Nizhniy Nóvgorod, paran en cada estación por la cual pasan. Un ejemplo un tanto extremo fue uno de 33 horas desde Krasnoyarsk a Severobaikalsk que paro 50 veces; ni una más, ni una menos. A menudo agregan y sacan vagones, suben y bajan pasajeros, y dependiendo de las redes por las cuales circule, puede ser que cambie de sentido, debiendo sacar la máquina de un extremo y colocarla en el otro. Es así que algunos viajes pueden ser mucho más largo de lo que uno cree que podría ser, pero a la vez, es fácil encontrar trenes hacia casi cualquier punto del país y gracias a esto, intentaríamos de alguna manera ir parando en varios sitios, intentando conocer, dentro de nuestras posibilidades, lo máximo posible dentro de un país de extensiones inmensurables.
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Canales de San Petersburgo |
Antes de comenzar nuestro inminente camino al oriente, y luego de una semana en la malhumorada capital rusa, nos dirigimos a la capital del norte, ex Leningrado y actual San Petersburgo, la Venecia rusa. San Petersburgo es simplemente diferente. Las calles muchísimo más prolijas, con sus veredas arregladas y limpias; construcciones mucho más a la europea, con enormes catedrales y muchísimos palacios en los barrios aledaños. Pedro el grande, fundador de la ciudad, quiso crear una ventana a Europa, con además salida al mar; y está claro que lo logro, luego de la Guerra del Norte, donde derroto a los suecos y se instalo en el actual territorio Petersburgues. Pedro había vivido un tiempo en los Países Bajos, por lo que con la ayuda de los mejores artistas y arquitectos de la época, copio un poco la estructura de Ámsterdam, ya que el terreno era similar, alborotando la ciudad de canales fluviales, pilotes y grandes puentes comunicando islas y continente. No tardaron en aparecer edificios que hoy conforman la extraordinaria Nievski Prospekt (la principal avenida de San Petersburgo), y los famosos palacios de verano de los zares, tales como Petergoff, considerado incluso más imponente que el mismo Versailles en Francia.
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Palacio Peterhof |
Lo que quizás condiciona un poco en San Petersburgo es el clima. Su ubicación en latitudes iguales a las de Alaska, hacen que el clima no sea de lo más agradable. Abundan los días nublados y largos en verano, con noches eternas en un invierno frio y helante que otorgan cierta melancolía y desprecio. A pesar de eso, lo pintoresco de sus calles y canales, la prolijidad de sus edificios y esa sensación de estar en una ciudad chica, a pesar de estar inmerso en la segunda urbe más grande de Rusia, San Petersburgo sigue siendo más amigable y abierta, especialmente a los extranjeros. Pero era necesario mantenerse en movimiento; oriente nos llamaba y de a poco comenzábamos ahora si a transitar redes transiberianas para detenernos en una parada más que obligada en Nizhniy Nóvgorod, ciudad natal de Vale e inspiración de gran parte de la obra de Máximo Gorki, un reconocido escritor ruso de la época soviética.
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Calles de San Petersburgo |
“El hombre arriesga su propia vida cada vez que elije; y eso lo hace libre.” Esta frase de Héctor Alterio en Caballos Salvajes, que por mucho tiempo recordé y utilice sin saber siquiera quien era el verdadero autor, resulto siendo nada más y nada menos que un fragmento de una de las obras celebres de Gorki; “Los Bajos Fondos”. A veces estas casualidades, (que no son casualidades, como dije y cite anteriormente de palabras de Borges), hacen que uno sienta que no se equivoco en tomar ciertas decisiones, esas decisiones que según Gorki, hacen libre al hombre.
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Paredon del Kremlin de Nizhniy |
Nuestros días en Nizhniy fueron diferentes a los demás días en Rusia. Quizás un poco más monótonos, pero a la vez más reales en lo que a la vida típica de una ciudad rusa respecta hoy en día. Fueron unos 15 días en total en los cuales pasamos varios en casa, debido al mal tiempo y a un trabajo de unas transcripciones que recibimos y no podíamos dejar pasar, pero está claro que recorrimos la ciudad completa, por las hermosas costaneras del rio Volga, la peatonal en el centro de la ciudad, y el kremlin de Nizhniy, mucho más pintoresco que el de Moscú. Lamentablemente la decadencia soviética está en las calles al igual que en cada ciudad rusa, y caminar entre estos “barrios dormidos”, repletos de edificios soviéticos que se caen a pedazos, con grandes tuberías por las calles y parque con los pastos a la altura del pecho, donde en los toboganes y sube-baja no hay niños, sino los borrachos de turno con sus cervezas y vodka; es normal e inevitable. No se está en Rusia si no se respira un poco de aire melancólico y triste. El transito, por su parte, se vuelve un tanto caótico en horas pico, y a pesar de contar con muchos medios de transporte como, metro, bus, trolebús, tranvía, marshrutka (minibuses) y taxis; estos siempre están repletos.
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Casas de Tatinets |
Lo que más disfrute en Nizhniy, fueron sin dudas los días en Tatinets, un pueblo a unos 100km donde la familia de Vale tiene su “dacha”, o casa de verano. Casi todas las familias en Rusia tienen su dacha, y es en ellas donde se respira el aire fresco de los pueblos de apenas unas cuantas casas de madera, con calles de tierra e increíbles vistas del Volga. La escases de víveres y el clima tan hostil que siempre reina en estas latitudes, hizo de los rusos grandes agricultores, y famosos por sus conservas. Estas dachas de alguna manera las necesitaban para en verano cultivar sus papas, pepinos, zanahorias, tomates, repollos, zapallos, manzanas, ciruela, frambuesa, frutilla, y tantas otras frutas y hortalizas, las cuales serán luego las provisiones para el largo y duro invierno. Muchas de estas frutas las conservan en compota, otras verduras como los pepinos y tomates; en agua y sal, y las zanahorias, papas y otros tubérculos, solo manteniéndolos en sitios fríos como los sótanos de los garajes. Es verdad que actualmente es fácil conseguir productos en los supermercados en cualquier época del año, pero en épocas soviéticas era imposible encontrar verduras ni frutas en invierno, y esta costumbre se sigue viendo hoy en día, no debido al desabastecimiento, pero si a causa de los bajos sueldos e insignificantes pensiones para los jubilados.
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Descansando por las calles de Tatinets |
Fue allí en Tatinets donde aprendí a cosechar papa, zanahoria, cebolla; a recolectar ciruela y arándanos; a reconocer varios tipos de cultivos por como lucen las hojas de sus plantas y a realizar varias otras tareas que respectan a la agricultura. Cortamos leña para el invierno, hacíamos jugo de las ciruelas y limpiábamos pepinos y tomates para que Lidia, la mama de Vale, haga sus conservas en salmuera. Los atardeceres en Tatinets eran increíbles, con el sol cayendo por detrás de la pequeña iglesia, tornando el cielo anaranjado y tiñendo las aguas del Volga de un color violáceo muy intenso. De noche el frio se hacía sentir, pero las infinitas estrellas aparecían en el cielo, desparramadas cual migas de pan en un mantel sucio y las sombras de los arboles creaban fantasmas sobre las plantaciones de frutillas.
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Transiberiano |
Nuestro siguiente paso en el Transiberiano iba a llegar luego de varias idas y venidas. La idea original, era pasar primeramente por Chelyabinsk, cerca de los montes Urales, frontera natural entre Europa y Asia, para luego dirigirnos a Krasnoyarsk, pero después de averiguar un poco por internet, encontramos algunos datos que nos harían cambiar de opinión. En varios sitios no oficiales, hacían alusión a un accidente nuclear en los años 50 ocultado por el Gobierno Soviético y aun mayor que el mismo Chernóbil. Tal es el caso que ni siquiera los padres de Valeria sabían de esto. En la zona crearon una “reserva natural”, obviamente una farsa, con el pretexto de que nadie puede entrar ya que son totalmente protegidas tanto la flora y la fauna y que solo entran científicos rusos; ni siquiera extranjeros. En realidad esto es para que la gente no pueda acceder a la zona con mayor radiación del planeta y además ocultar el caso al mundo entero. Según Wikipedia y muchos otros medios, al googlear Chelyabinsk, lo que aparece es “la ciudad más contaminada del mundo”, aunque unos pocos hacen alusión al accidente y con pocos datos; claro, si todo fue escondido, algo fácil con un gobierno soviético con fronteras cerradas y carentes de información.
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Lenin |
Cambiamos los boletos (que ya teníamos sacados con este destino) y decidimos ir directo a Krasnoyarsk. A los dos días nos enteramos por radio y televisión que hubo una explosión en varios vagones tanque de un tren que transportaba bromo, liberando gran cantidad de este gas, cubriendo de nubes toxicas gran parte de la ciudad. Los alrededores de Chyelabinsk y mas aun en la zona de Mayak, todavía están funcionando la mayoría de las plantas nucleares, y de mayor contaminación no solo de Rusia, sino del planeta, como así también el nuevo negocio de Putin: basureros para residuos atómicos de todo el mundo. En el accidente mencionado antes con el carguío de bromo en el tren, cerca de 180 personas recibieron atención medica y más de 50 aun continuaban internadas dos días después.
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Parque Nacional Stolby |
Este tramo del Transiberiano seria el más largo para nosotros, unas 54 horas desde Nizhniy Nóvgorod hasta Krasnoyarsk, donde nos atraía particularmente un Parque Nacional; el Stolby. A solo media hora de bus de la ciudad y algunos 4km de caminata estaba la entrada a este parque, que se caracteriza por sus stolbs; grandes rocas de unos 50-60 metros de alto, inmersas en medio de la gran taiga siberiana, y atractivo principal para cientos de escaladores. Lamentablemente los parques en Rusia están como sus ciudades; descuidados, sin información, con mucha basura por todos lados y bastante abandonados. Estuvimos un rato dando vueltas para encontrar el campamento donde pensábamos acampar, ya que preguntar a alguien es inútil y los carteles no existen en lo absoluto. Se hacia un poco tarde y comenzaba a lloviznar, por lo que preferimos quedarnos en el campamento y hacer unas caminatas a día siguiente, aprovechando mejor la luz del día. Esa noche no paro de llover. Estábamos solos en el medio de la taiga, con temperaturas bajo cero y la seguridad (luego de leer el único cartel del parque) de compartir el terreno con unos 24 a 26 osos siberianos.
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A lo lejos el Volga y Tatinets |
Al día siguiente el clima no cambio demasiado, pero al menos cerca del mediodía ceso la lluvia y nos permitió recorrer parte del parque. Es bastante difícil seguir los senderos y sentirse en el camino correcto, ya que estos se bifurcan cada menos de 100 metros y por otra parte no existe mapa alguno, más que una foto que por suerte sacamos en la entrada. Con un poco de instinto e intentando tomar referencia de diferentes puntos (algo difícil debido a la espesura del bosque), nos las arreglamos para pasar por los stolbs mas grandes y subir a los cuales podíamos para apreciar un poco la taiga. Una inmensa alfombra de verdes tonalidades, con grandes manchas amarillas y anaranjadas facilitadas por el inminente otoño, se interrumpían solo por el asomo de algunos stolbs que sobrepasaban las copas de los arboles. Por algunos momentos la espesa capa de nubes se abría ante el calor del sol y dejaba entrever algún celeste del cielo que se filtraba entre escasos rayos solares. La noche asomaba y volvimos a la ciudad, era tiempo de prepararse para la que sin dudas seria la parada más esperada y obligada en nuestro paso por Rusia; el lago Baikal.
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Lago Bolshoe |
Con sus 636km de largo por 80 de ancho y más de 1600mts de profundidad, el lago Baikal es la reserva de agua dulce no congelada más grande del mundo. Según varias fuentes dicen que si el lago se vaciase, y le colocáramos todos los ríos del mundo cual mangueras para volver a llenarlo (incluyendo el Amazonas, Nilo y Misisipi), tardarían un año en hacerlo recobrar su nivel normal. Basta con estar a sus pies para darse cuenta la inmensidad de su tamaño, siendo imposible ver su fin en el horizonte, aparejándolo más con un mar que con un lago mismo. Debido a su gran extensión son muchísimos sus puntos de acceso, y es por eso que nos reservamos el tiempo y las ganas para poder verlo desde varios puntos y así hacernos una idea más clara de lo que significa Baikal en su todo.
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Campamento de Andrei Andreevich |
Primeramente nos dirigimos hacia Severobaikalsk, una pequeña ciudad en el extremo norte del lago, para la cual es necesario salir de la red del Transiberiano y transitar las vías del BAM. Estando allí conseguimos la mejor ubicación que uno puede tener en estas latitudes para poder explorar la zona y empaparse de agua del Baikal. Entre los lagos Bolshoe y Maloe, en la escasa franja de no más de 15 metros que separa a uno del otro y a tan solo 500 metros del gran Baikal, se encontraba el campamento de Andrei Andreevich, quien gracias a la intervención de Yuri (a quien conocimos por Couchsurfing), acepto recibirnos en su sitio, donde pasaríamos una semana increíble, difícil de describir en unas pocas líneas de Blog. Yuri vivía ahí hacia ya unos años, y junto con Andrei Andreevich intentaban hacerse cargo de esa zona de Baikal, no solo para su preservación, sino también para una explotación turística y educativa. Infinitas charlas se sucedían cada vez que prendíamos el fuego para cocinar o por las noches cuando todos tomábamos la típica sauna rusa para luego correr y zambullirnos en las heladas aguas del lago.
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Lago Baikal |
En lo que a exploración respecta, hicimos dos largas caminatas en diferentes días. Uno de ellos, caminamos por la costa del Baikal hasta la punta de un cabo a unas 3 horas del campamento, pudiendo observar desde los bosques como pescadores se movían por las aguas en busca del omul, el pez endémico de Baikal, el cual se comercializa ahumado en diferentes formas por toda la costa del lago. Al día siguiente, subimos a un cerro que se encuentra a espaldas del lago Bolshoe, desde donde la panorámica del los lagos es impresionante. Realmente da la sensación de estar mirando por la ventanilla de un helicóptero, con una vista tan aérea que a veces observamos en google earth. El color azul marino del Baikal, y sus pequeños lagos aledaños, rodeados por el verde intenso entremezclado con el amarillo de los bosques y enriquecidos por un cordón montañoso con sus picos nevados que asoman en el horizonte, dan esta sensación de paz y silencio inevitable e irreproducible.
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Taiga Siberiana |
Quizás el norte del lago fue lo más impresionante en cuanto a Baikal se refiere, pero de todas maneras nos encaminamos a Irkutsk, para desde allí ir al corazón mismo de la Perla de Asia, a la Isla Olkhon en territorio meridional de estas aguas sagradas. Allí, en medio de la isla más grande de las 22 que posee el lago, nos hospedamos otra vez gracias a Couchsurfing, en la casa del encargado de la iglesia ortodoxa en la isla; Sergey. Esta excelente persona creó un lugar especial para viajeros, donde cientos de personas de todo el mundo pasan su estadía, no solo disfrutando de la isla, sino también ayudando en lo que sea necesario en el sitio. Sergey nos contaba que la casa donde habitualmente se quedan los viajeros, fue prácticamente por completa construida por couchsurfers, donde cada uno con su paso dejo su granito de arena para que esto no se detenga. Nosotros mismos ayudamos a pintar el exterior de la casa y construimos una cerca de unos 15 metros de largo para protección de las grandes ráfagas de viento en el duro invierno.
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Shamanka en Olkhon Island |
Recorriendo la isla se respira el aire del chamanismo en todas partes, como así también muchas cintas en los arboles referentes al budismo. Cerca de Juzhir, nombre del pueblo más grande dentro de la isla y donde la iglesia de Sergey se encontraba, yace silenciosa e inmutable la Shamanka, o roca del Chaman, donde los nativos creen que vive dentro de una cueva el Burjan, una figura del culto religioso de los pueblos altaicos. De esta manera, la Shamanka es uno de los nueve lugares más sagrados de Asia, y es considerado el centro de la cultura Kurumchunskai de los siglos VI a X. Cintas de colores adornan los arboles, representando oraciones de los religiosos, que se mueven con el viento a través de los cielos, como las cintas flamean ante la mas mínima briza. Monedas y ofrendas al Burjan están depositadas dentro de la cueva y en la cima de la roca misma como símbolo de respeto al culto del chamanismo. Personalmente el lugar me inspiraba mucha paz, y me relajaba de manera un tanto extraña y exagerada. Me recosté sobre una piedra y a pesar del frio y el viento me dormí durante más de 20 minutos, a pesar de no estar siquiera cansado.
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Dunas en Olkhon |
La isla también posee algunas zonas desérticas con dunas de arena y una zona boscosa en la costa oriental. Lamentablemente en medio de estos bosques la gente deposita toda la basura que no puede quemar, como ser plásticos, metales y vidrio, y atravesar estos basurales que no tienen fin, dan infinitas ganas de llorar, sin poder entender porque no es posible que al menos una persona en la isla busque una solución diferente. Incluso Sergey rechazaba algunas de nuestras ideas de que cada viajero que pase por su casa se lleve fuera de la isla sus desechos; al fin y al cabo no podía ser más que una bolsita; aunque al final termino por aceptar que hagamos unos carteles y coloquemos varios tachos de basura para poder clasificarla para luego quemar el papel y cartón, enterar lo orgánico y juntar lo inorgánico para que con suerte alguien lo lleve al continente fuera de la isla.
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Trabajando en Siberia |
El Baikal se alejaba de nuestras vistas, la isla quedaba atrás y desde la ventana del Transiberiano nos era posible ver la costa sur del lago, transitándolo de oeste a este, acercándonos a la frontera con Mongolia. El elevado costo de los trenes internacionales nos obligo a hacer una parada más en Ulán Ude, para desde allí tomar un bus con destino Ulanbaatar, capital mongoliana, y dejar Rusia atrás. Fueron más de dos meses transitando ex territorios soviéticos, desde su extremo occidente hasta casi su extremo oriente; desde la locura y el malhumor de Moscú, hasta la paz y la amabilidad de los Buratos en Baikal; desde ese país bloqueado y lleno de carencias, a este que sin quererlo todavía arrastra esas secuelas, esquirlas de un pasado doloroso que no se quitan fácilmente y que dejan heridas que solo el paso de generaciones pueden disminuir.