10 sept 2011

MOSCU, CAPITAL DE UN PAÍS MALHUMORADO

Rio Moskva
Lo que parecía fácil en un principio debido a no necesitar VISA para visitar Rusia, comenzó a complicarse al llegar al aeropuerto de Washington. Al momento de chequearnos me pedían un boleto de vuelta o de salida del país, algo que en ningún sitio aparecía como requisito. Luego de explicar que no teníamos esto, vieron que debíamos realizar una conexión en Nueva York, por lo que decidieron dejarnos volar hasta allí, y luego desde dicha ciudad corroborar la situación con la compañía aérea rusa directamente; Aeroflot. Al llegar a JFK y presentarme a hacer el check in me vuelven a pedir lo mismo. Era en vano explicar la situación de que saldría del país en tren hacia Mongolia y por eso aun no tenía un boleto, incluso lo explicamos a los jefes de la aerolínea pero la respuesta era siempre la misma: sin esto no me dejarían subir al avión por miedo a una posible deportación por parte de migración rusa. Es el día de hoy que no entiendo este tipo de requisitos. Si quiero quedarme en el país puedo sacar un boleto de ida y vuelta y luego no volver; qué sentido tiene esta reglamentación? No tenía demasiadas opciones, por lo que buscamos un cyber café, y compre online el pasaje de avión con el destino más barato que conseguí en 5 minutos: Moscú – Frankfurt. Con el recibo electrónico recibido por mail e impreso en papel nos dejaron al fin volar, aunque luego ni siquiera me lo solicitaran al hacer migraciones en el aeropuerto de Moscú. Por lo tanto todo fue un gasto completamente innecesario debido a una exigencia estúpida por una reglamentación aun más estúpida. Por suerte los boletos también se pueden cancelar, y al hacerlo dentro de las 24hs, incluso me devolvieron el dinero a mi tarjeta de crédito y todo solucionado; aunque con corridas, dudas y dolores de cabeza de por medio. Finalmente estábamos en Rusia.

Edificios sovieticos Post-Stalin
La sensación es bastante extraña, saberse del otro lado del Atlántico por primera vez en la vida; separado de mi tierra por una masa de agua salada bastante extensa e inmerso en el país más grande del mundo, el cual abarca los dos continentes más antiguos en lo que a historia se refiere, con un idioma completamente desconocido no solo en mi ignorancia para con lo oral, sino con sus escrituras en un alfabeto diferente al latín, lo que imposibilita incluso la lectura. Un país que supo ser parte y centro de la ya disuelta U.R.S.S.; un país envuelto en guerras eternas y regímenes comunistas donde las cabezas agachadas y el trabajo duro era la única manera de vivir dignamente sin correr el riesgo de ser condenado como detractor.


Torre del Reloj del Kremlin
Las primeras impresiones ante mí llegada a Moscú, capital de esta gran Rusia y antiguo principado del mismo nombre, no son más que la tristeza y melancolía. Abundan los edificios soviéticos, de calidad horrible, cuadrados y completamente iguales, donde más del 90% de la población vive sus vidas completas. Tuve la posibilidad de entrar a más de uno y lo que se percibe es deterioro, dejadez, abandono; da la sensación de ser uno de esos guetos que existían en la época nazi; un aglutinamiento de gente en espacios reducidos. Habitaciones donde apenas entran dos camas, baños del tamaño de un armario y cocinas de las mismas cualidades son los ambientes que todos y cada uno de los apartamentos posee. Los espacios en común están completamente destruidos; con escaleras sin revestimiento alguno, paredes escritas, revoques caídos y ascensores que solo obedecen al maltrato de la botonera. Sin embargo, hay nuevas construcciones que al parecer son mucho más bonitas y amplias, pero al recorrerlas nos damos cuenta que son un espejo de los de la era comunista. La terminación no existe, persisten las escaleras sin revestimientos y paredes sin pintar, instalaciones eléctricas sin cañerías, con los cables directo bajo el cemento y esto sin mencionar que los departamentos son entregados sin terminar, con solo la mampostería y las aberturas, para que luego uno los termine a su manera y como quiera o pueda. Solo que muchos apenas pueden pagar los elevados costos de las viviendas por lo que luego terminan ocupándolas tal cual como las compraron; sin nada.

Una de las estaciones del Metro
Por las calles la cosa no es muy diferente; es todo bastante desprolijo, el transito un verdadero caos donde uno puede permanecer en un atasco por más de 1 hora y es considerado como normal y a eso sumado las caras de tristeza de la gente, la cual parece aun estar resignados a épocas de regímenes comunistas mezclados con guerras interminables que azotaron durante siglos estas tierras. Uno de los puntos fuertes y que funciona con una exactitud suiza, es el metro. Una red denominada por el propio Lenin como “Los palacios del pueblo”, que con sus 11 líneas une gran parte de la capital rusa. Gracias a su diseño a modo de telaraña y con uno de sus ramales en forma radial, la conexión entre estas es completa y desde cualquier sitio se puede lograr la combinación necesaria para llegar a destino. Por otra parte, los trenes pasan cada dos minutos y en horarios pico llegan a pasar cada 45 segundos, lo que hace que la espera sea nula y los viajes mucho más rápidos. Las estaciones abovedadas súper amplias y suntuosamente decoradas con mosaicos de estilo soviéticos se encuentran considerablemente bien mantenidas y limpias, aunque quizás con poca información para quien no lee el alfabeto cyril.

Catedral de San Basilio
Otra de las cosas que choca y afecta a uno es la discriminación y el racismo. La gente mira bastante mal a los extranjeros y le hacen sentir que no son bien recibidos en su país. Asimismo es prácticamente imposible recibir ayuda por la calle y las preguntas son más de una vez ignoradas completamente, como si ni siquiera hubiesen sido realizadas. Existen incluso grupos neo nazis o skinheads con los cuales no creo que quieras encontrarte si no sos rubio de tez y de cabellera, no tenes ojos claros ni hablas ruso. Es por esto y para evitar problemas que con mucha congoja y melancolía opte por sacarme la barba que me acompañaba desde el primer día de la Expedición; prometiéndome volver a dejarla crecer luego de dejar Rusia. Está claro que los negros no existen aquí, aunque recorriendo la ciudad y ante el asombro de ambos, encontramos uno en una de las estaciones del metro. Parado en el medio de uno de los túneles y con un cartel doble que colgaba de su cuello, el color del pobre mulato hacia la parte de fluorescente de una publicidad de zapatos de la cual no compraría un par jamás en mi vida.

Catedral del Cristo Salvador
La arquitectura soviética no me pareció para nada bella ni mucho menos, aunque los edificios de la época estaliniana, comprendidos entre los años 1930 y 1950, difieren un poco de los que le siguieron. A pesar de seguir siendo bloques carentes de demasiada imaginación, son mucho más ornamentados y revestidos de una piedra de color arenisco que los hace bastante más vistosos. Incluso las terminaciones en aberturas y pórticos eran realizadas con mucho más esmero y dedicación que en la época subsiguiente. Dada la mejor calidad y ubicación en las avenidas más importantes de la ciudad, estos edificios eran ocupados en la época soviética por ciudadanos de renombre, ilustres artistas, médicos, políticos o militares.

Universidad Estatal de Moscu
Otras de las construcciones que con muy buen gusto se construyeron en la época de Stalin son Las Siete Hermanas; siete rascacielos que se alzan en la ciudad moscovita, los cuales fueron llamados también Rascacielos Estalinistas. Tres de ellos están destinados a viviendas, cuando los otros cuatro incluyen dos hoteles, la Universidad Estatal de Moscú y el Ministerio de Asuntos Exteriores. Estos edificios de similar diseño con altas antenas y relojes en sus cúspides son los techos de Moscú y desde cualquier sitio de la ciudad es posible ver al menos uno de ellos. A mi manera de ver, son las edificaciones soviéticas mas remarcadas y bellas de la ciudad, aunque lo más reconocido mundialmente por su belleza y singular estilo son las iglesias ortodoxas, de las cuales está plagada no solo Moscú, sino cuanta ciudad rusa este en discusión. Ladrillos rojos con juntas blancas o grises que hacen de estructura con arcos de medio punto rematados en punta al estilo árabe, sobre los cuales vuelven a aparecer sucesivamente arcos mas pequeños formando torres, que en su punto más elevado son cubiertas con cúpulas esféricas rematadas en picos con las particulares cruces ortodoxas bañadas en oro. En plena Plaza Roja, la Catedral de San Basilio mandada a construir por Iván IV “el Terrible” y finalizada en 1561; con sus cúpulas de colores y su particular emplazamiento, es posiblemente el mejor ejemplo de este tipo de construcción; un símbolo de Rusia.

Plaza Roja
Los Kremlin son otras de las particularidades arquitectónicas de muchas de las ciudades rusas. Estas grandes fortificaciones eran en un principio el lugar donde se erigían las ciudades mismas, protegidas por muros de madera, los cuales con el correr de los siglos fueron obligados a cambiar de materiales ante sucesivos ataques en donde el fuego los destruía con facilidad. Con el paso del tiempo y ante el  aumento de la población, los zares fueron quienes ocuparon estas fortalezas, levantando dentro sus propios palacios y catedrales, como por ejemplo, la iglesia de Iván III de Rusia, más conocido como Iván El Grande, la cual se encuentra dentro de la fortificación de Moscú. En el centro de la capital rusa, altos muros de ladrillo color rojo con grandes torres de control, rodean y encierran esta ciudad privada de los zares que hoy es sede del gobierno nacional. En uno de sus lados, linda con la Plaza Roja, la cual con sus más de 23.000 metros cuadrados es una de las más grandes del mundo, en la cual se encuentra el mausoleo de Lenin, la ya mencionada Catedral de San Basilio, el Museo Histórico y el GUM, uno de los más grandes centros comerciales de toda Europa.

Arco de Triunfo
Dentro de los muchos monumentos que se alzan en la ciudad, hay dos con cierta historia bajo el brazo que vale la pena destacar y explicar un poco de que se tratan. Uno de ellos es el gigantesco y odiado por los moscovitas recordatorio a Pedro el Grande. Para el que no sabe la historia, no es más que una enorme estatua de bronce, de Pedro sobre un barco de menor escala, sosteniéndose de uno de los mástiles del mismo. El problema es que quien supone ser quien es, es en realidad otro personaje reconocido por grandes logros aunque para nada en Rusia ni esta parte oriental de Europa. Se trata nada más y nada menos que de Cristóbal Colon; un monumento realizado por los rusos como regalo a los Estados Unidos, los que al recibirlo y no ser de su agrado, devolvieron a Rusia, donde le cortaron la cabeza de Colon, colocaron la de Pedro y lo emplazaron a orillas del rio Moscva (del cual proviene el nombre Moscú) en pleno centro de la metrópoli. El otro es el Arco de Triunfo (Arca Pobedi en ruso), el cual se alza sobre la avenida Kutuzovskaya Prospekt, el cual hace alusión a la batalla ganada ante el avance de Napoleón en 1812, el cual debió huir por la misma arteria y abandonar su invasión al territorio ruso; aunque la derrota del ejercito de Bonaparte, se debió en gran parte a la debilidad que arrastraban sus tropas ante el crudo y devastador invierno en estas latitudes. No es más que una especie de cargada sobre el Arco de Triunfo en Paris, recordando la victoria sobre un francés en tierras rusas.

Dentro del Kremlin
Moscú me desconsuela, decía Sabina y no se equivocaba. Una ciudad que contagia nostalgia, melancolía y malhumor la cual aun espera esos vientos de cambio que pregonaba Scorpions, los cuales llegaron con pequeñas brizas que necesitan mucho tiempo para sacar el polvo que tantos malos tratos dejaron sobre sus calles; sedimentos que de a poco se van levantando, aunque a veces de la sensación de que están tapando tierra con mas tierra, apenas ocultando bajo una máscara lo que es la realidad rusa; esa realidad a la cual apenas estoy entrando y ya voy sintiendo bastante fuerte.




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