6 sept 2011

Y NOS TOCO TRABAJAR...

Washington DC
Incluir a Estados Unidos dentro del itinerario siempre significo un incremento en el presupuesto. En realidad cualquier lugar incrementa presupuestos, pero no solo hablamos de un país caro, sino que en el caso de visitarlo, seria por Washington y Nueva York, ambas ciudades ya conocidas por los Expedicionarios. Pero dentro de estos gastos que podríamos llamar extras, teníamos algunas ventajas por sobre cualquiera que quisiese pasar por aquí en un viaje de este tipo: alojamiento gratis en ambas ciudades, y la posibilidad de conseguir algunos trabajos cortos para salvar algunos gastos. De esta manera coincidimos que haríamos nuestro paso por las tierras del Tío Sam, solo si conseguíamos salvar como mínimo el valor de los boletos de avión desde Brasil (el cual sería el mayor de los gastos extrapresupuestarios). Así fue que arreglamos las estadías repartiendo días en casas de diferentes amigos y hablamos con ellos mismos sobre estar alertas ante la aparición de cualquier tipo de trabajo manual que podamos realizar, como ser mantenimiento en alguna casa o demás.

La Granja de Jenny
En Nueva York, tuvimos la suerte de enterarnos que estaba de paso Alberto, un amigo brasileño de Vale, quien se ofreció a llevarnos a Washington, justo el mismo día en el que pensábamos tomar el bus. Ni siquiera tuvimos que modificar nuestra estadía en la gran manzana y con la ayuda de este gran personaje, llegamos a Washington el 6 de Julio por la noche; más específicamente a la casa de Dasha, la hermana menor de Vale. Allí pasamos nuestros primeros nueve días y conseguiríamos lo que es un trabajo placentero y bien pago. Dasha nos encontró la labor de pasear a Pancy, una perra pequinesa fea y con cara de mala, e incluso pasar algunas noches en su casa, ya que la dueña viajaba y no quería dejarla sola en el apartamento. Solamente debíamos sacarla tres veces al día por algunos 15 minutos y luego  quedarnos a dormir; en su cama, con su internet, su televisión, sus baños de sales y todo lo que encontrábamos a mano. Para pagarnos, nos dejaba cheques en blanco arriba de la mesada a nombre de Dasha, los cuales los llenábamos dependiendo las veces que sacábamos a Pancy y las noches de pernocta. Imaginan eso en Argentina? Yo no le dejo un cheque en blanco ni a un conocido…

Pintores...
Mientras paseábamos la perra y vivíamos en casas ajenas, nos ocupábamos de lo que sería el mayor proyecto; la pintura en la casa de Itzi. Itziar y Robin son amigos de Vale que viven en DC hace ya varios años. Tenían que pintar su apartamento y con mucha confianza y ganas de darnos una mano; nos dieron el trabajo, el cual pudimos finalizar en unos 8 días aproximadamente. Constaba de sellar algunas rajaduras (algunas de rajaduras pasaron a ser agujeros bastante grandes), lijar y pingar dos ambientes; un pasillo bastante largo y un living de unos 25 metros cuadrados. Por suerte pudimos recompensar la confianza y ayuda de nuestros amigos con un trabajo de terminación casi profesional y un rejuvenecimiento del apartamento.

Otro de nuestros empleadores fue Carlos, un salvadoreño amigo de Dasha que nos encomendó algunas tareas en el fondo de su casa. Una de ellas fue la limpieza total del garaje, el cual tenía tapado en porquerías y tierra que hasta en algunos lugares formaba montañas donde crecían algunos yuyos. También colocamos algunos estantes, reparamos unas sillas y colgamos varios ganchos para ordenar un poco el desastre que había. Fue un día completo de trabajo bastante pesado, aunque debido a la voluntad y ganas que le pusimos, nos trajo un nuevo llamado de Carlos, preguntando si podía levantar el piso del garaje (el cual estaba completamente destruido) y realizar un nuevo contrapiso. Claro está que acomodamos las fechas y le dijimos que sí. Otro día de trabajo aun más duro. No teníamos buenas herramientas, preparaba el pastón dentro de un cajón de madera y alisaba el contrapiso con una cuchara, ya que no había nada parecido a una regla, ni demasiado tiempo para hacer fajas y demás. Fueron en total casi 700kg de concreto y 25 pastones que se hacían más pesados uno a uno. Mientras tanto, Vale se encargaba de sacar las malas hierbas del jardín y pintar una mesa y sillas de madera que necesitaban ser mantenidas. Unas 10 horas de trabajo más que duro que Carlos supo recompensar con una excelente propina.

Carrera de colchonetas en lo de Jenny
En los ratos libres, que no eran muchos, Vale iba a casas de amigos a vender las artesanías que nos quedaban de Brasil. Incluso algunos domingos improvisaba con cajas de cartón y un balde su puesto en el mercado de Mont Pleasant; el barrio latino de Washington. Aunque parezca mentira, vendió todo, y a precios de más del doble de lo que obteníamos en Brasil. Poco a poco nuestra caja aumentaba y cada vez veíamos más positivo nuestro paso por Estados Unidos. Cuando dejamos Brasil nuestros gasto ascendía a USD 25 diarios, y al dejar DC y luego de los trabajos, logramos reducirlo incluso a USD 19 diarios, teniendo en cuenta absolutamente todos los gastos desde nuestra salida de Buenos Aires hasta el vuelo a Moscú inclusive.

Robin trampolinero
Se puede decir que los mejores días en DC fueron las dos escapadas que tuvimos a la Granja de Jenny, o más bien la Granja de los padres de Jenny; Mr. and Mrs. Nichols. Nos recibieron con las puertas abiertas de su casa, y con esa paz y sabiduría para ceder espacios, nos hicieron sentir que formábamos parte de la familia. Un domingo fuimos todos, Itzi, Robin, Laura, Jenny, Nick, Jake, los amigos de Jake, (entre ellos el baterista de la banda donde toca que es una mezcla de Freddy Mercury con Jim Carrey en “Irene, yo y mi otro yo”), Raquel, Tim, y varios más de los cuales no recuerdo perfectamente los nombres. Pasamos la tarde entera en la pileta, matándonos de risa con el tobogán y el trampolín. La semana siguiente volvimos a ir, pero entre semana y nos quedamos unos tres días junto con Itzi y Robin, donde el descanso fue la premisa. Caminatas por el campo, tardes de piscina, noches de película, unas pizzas a la parrilla y hasta una tarde Laura, la mama de Jenny, nos dio una clase de cerámica en su estudio donde trabaja, ahí mismo en la granja. Sin dudas que no tenemos más que agradecer a ellos por recibirnos de esta manera y ofrecernos todo, hasta invitarnos una noche a cenar a un restaurante a unos 15 minutos de allí.

Vale y Alex en Bethany Beach
Una semana en particular la teníamos ya reservada para ir a la playa; más específicamente a Dagsboro, donde vive la mejor amiga de Valeria; Kristina, otra rusa que reside en Estados Unidos desde hace ya muchos años. En su casa, con sus dos hijos y su marido, Alex, Sasha y John; pasamos unos días geniales, con escapadas a la playa en Bethany Beach, una visita a Lewes, el primer pueblo, dentro del primer estado de los Estados Unidos; Delaware, y hasta nos dimos el gusto de ir a juntar cangrejos a la bahía y luego cocinarlos ahí mismo, recién sacados del mar. Incluso Kristina nos llevo a dos parques nacionales pequeños que hay en la zona (Assateague Island y Cape Henlopen); parques donde las playas desérticas y bosques con grandes pinos y pequeñas dunas son el atractivo; junto con el silencio y la paz de la soledad. Una semana más con gente fabulosa a la cual no tenemos más que agradecerles infinitamente por recibirnos y brindarnos completamente todo; desde un lugar para dormir, hasta el cariño de sentirnos en familia.

Vale y Alex en Cape Henlopen
De lo que es Washington en si como ciudad y sus puntos atractivos podría hablar un largo rato. Es que Washington es la capital de los Estados Unidos, y como tal, es completamente diferente ya desde su estructura misma; una ciudad independiente que depende directamente del Estado Norteamericano. Lugares como el Capitolio, la Casa Blanca y el Pentágono; también hacen que sea sede de casi la mayoría de los corresponsales extranjeros en Estados Unidos. El National Mall, por otra parte, es no solo una sucesión de parques con monumentos importantes (entre ellos, el monumento a Washington, a Lincoln, a Jefferson, a los veteranos de la WWII, de Vietnam y hasta de Albert Einstein), sino también un centro de protesta y manifestación del pueblo norteamericano. Incluso en la película de Forest Gump, se puede ver a Forest dando un discurso sobre la guerra en las escalinatas del monumento a Lincoln y luego metiéndose en la Reflecting Pool en su encuentro con Jenny. Su conjunto de museos, el Instituto Smithsoniano, es el complejo más grande del mundo, con más de 20 museos y galerías de todo tipo.

Lewes
A pesar de todo esto DC, como se la conoce habitualmente debido al nombre del distrito, District of Columbia (en alusión a Columbus, Cristóbal Colon en ingles), es una ciudad pequeña, sin los clásicos rascacielos americanos y con tan solo poco más de 580.000 habitantes. Eso hace que sea placentero recorrer sus calles, sin transito y con poco ruido, y con miles de sendas para bicicletas que hacen seguro este tipo de transporte. Otro de los apodos que recibió la ciudad en la década de los ’70 fue “La Ciudad del Chocolate”, en honor a la cultura afroamericana que inundaba sus calles y también en alusión al álbum de funk “Chocolatte City” de Parliament-Funkadelic, de cual formara parte el mítico George Clinton. Hoy mismo la ciudad tiene una demografía con más del 55% de afroamericanos, por lo que el apodo no está para nada errado.

Kayak en la bahia
Una de las noches fuimos a un concierto de rock de la banda de Jake, el novio de Jenny. U.S. Royalty se presentaba con un show que me pareció excelente, con un cantante que sabe cómo ser el centro del escenario y con muy buenos músicos que lo acompañan a la perfección. Fue también una oportunidad de conocer el famoso “9:30 Club”, el lugar más conocido de DC donde tocaron los Who, entre otras grandes bandas.

En uno de los tantos museos.
Son muchos los recuerdos y las anécdotas que quedan de Washington. Las tardes de cerveza en el porche de Jenny, los días en la granja, las tardes en las playas de Bethany Beach, la fiesta en la piscina del hotel; y tantas otras más. Pero lo más importante y lo que realmente quedara en nuestras mentes es la hospitalidad, la ayuda; esa que nos hacía pasar de casa en casa sintiéndonos en todas como en las nuestras; esa que nos conseguía trabajo, y si no lo había, lo inventaba; esa que nos hizo sentir el calor de pertenecer a un grupo, eso que tanto hace falta cuando uno anda solo. Por eso no tenemos más que agradecimiento, y en especial a Dasha; Jenny y sus padres; Itzi y Robin; Sarah y su familia; Jake; Nick, compañero de andanzas; Kristina y su familia; Laura; Tim y Raquel; el loco lindo de Alberto; y a Rebeca y Will por la bicicleta. Gracias a todos de verdad y esperamos volver a encontrarnos nuevamente para seguir disfrutando de eso que es lo mejor que se da en este mundo: la amistad.





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