Lo que parecía fácil en un principio debido a
no necesitar VISA para visitar Rusia, comenzó a complicarse al llegar al
aeropuerto de Washington. Al momento de chequearnos me pedían un boleto de
vuelta o de salida del país, algo que en ningún sitio aparecía como requisito.
Luego de explicar que no teníamos esto, vieron que debíamos realizar una
conexión en Nueva York, por lo que decidieron dejarnos volar hasta allí, y
luego desde dicha ciudad corroborar la situación con la compañía aérea rusa
directamente; Aeroflot. Al llegar a JFK y presentarme a hacer el check in me
vuelven a pedir lo mismo. Era en vano explicar la situación de que saldría del
país en tren hacia Mongolia y por eso aun no tenía un boleto, incluso lo
explicamos a los jefes de la aerolínea pero la respuesta era siempre la misma:
sin esto no me dejarían subir al avión por miedo a una posible deportación por
parte de migración rusa. Es el día de hoy que no entiendo este tipo de
requisitos. Si quiero quedarme en el país puedo sacar un boleto de ida y vuelta
y luego no volver; qué sentido tiene esta reglamentación? No tenía demasiadas
opciones, por lo que buscamos un cyber café, y compre online el pasaje de avión
con el destino más barato que conseguí en 5 minutos: Moscú – Frankfurt. Con el
recibo electrónico recibido por mail e impreso en papel nos dejaron al fin
volar, aunque luego ni siquiera me lo solicitaran al hacer migraciones en el
aeropuerto de Moscú. Por lo tanto todo fue un gasto completamente innecesario
debido a una exigencia estúpida por una reglamentación aun más estúpida. Por
suerte los boletos también se pueden cancelar, y al hacerlo dentro de las 24hs,
incluso me devolvieron el dinero a mi tarjeta de crédito y todo solucionado;
aunque con corridas, dudas y dolores de cabeza de por medio. Finalmente
estábamos en Rusia.
Edificios sovieticos Post-Stalin
La sensación es bastante extraña, saberse del
otro lado del Atlántico por primera vez en la vida; separado de mi tierra por
una masa de agua salada bastante extensa e inmerso en el país más grande del
mundo, el cual abarca los dos continentes más antiguos en lo que a historia se
refiere, con un idioma completamente desconocido no solo en mi ignorancia para
con lo oral, sino con sus escrituras en un alfabeto diferente al latín, lo que
imposibilita incluso la lectura. Un país que supo ser parte y centro de la ya
disuelta U.R.S.S.; un país envuelto en guerras eternas y regímenes comunistas
donde las cabezas agachadas y el trabajo duro era la única manera de vivir
dignamente sin correr el riesgo de ser condenado como detractor.
Torre del Reloj del Kremlin
Las primeras impresiones ante mí llegada a
Moscú, capital de esta gran Rusia y antiguo principado del mismo nombre, no son
más que la tristeza y melancolía. Abundan los edificios soviéticos, de calidad
horrible, cuadrados y completamente iguales, donde más del 90% de la población
vive sus vidas completas. Tuve la posibilidad de entrar a más de uno y lo que
se percibe es deterioro, dejadez, abandono; da la sensación de ser uno de esos
guetos que existían en la época nazi; un aglutinamiento de gente en espacios
reducidos. Habitaciones donde apenas entran dos camas, baños del tamaño de un
armario y cocinas de las mismas cualidades son los ambientes que todos y cada
uno de los apartamentos posee. Los espacios en común están completamente
destruidos; con escaleras sin revestimiento alguno, paredes escritas, revoques
caídos y ascensores que solo obedecen al maltrato de la botonera. Sin embargo,
hay nuevas construcciones que al parecer son mucho más bonitas y amplias, pero
al recorrerlas nos damos cuenta que son un espejo de los de la era comunista.
La terminación no existe, persisten las escaleras sin revestimientos y paredes
sin pintar, instalaciones eléctricas sin cañerías, con los cables directo bajo
el cemento y esto sin mencionar que los departamentos son entregados sin
terminar, con solo la mampostería y las aberturas, para que luego uno los
termine a su manera y como quiera o pueda. Solo que muchos apenas pueden pagar
los elevados costos de las viviendas por lo que luego terminan ocupándolas tal
cual como las compraron; sin nada.
Una de las estaciones del Metro
Por las calles la cosa no es muy diferente; es
todo bastante desprolijo, el transito un verdadero caos donde uno puede
permanecer en un atasco por más de 1 hora y es considerado como normal y a eso
sumado las caras de tristeza de la gente, la cual parece aun estar resignados a
épocas de regímenes comunistas mezclados con guerras interminables que azotaron
durante siglos estas tierras. Uno de los puntos fuertes y que funciona con una
exactitud suiza, es el metro. Una red denominada por el propio Lenin como “Los
palacios del pueblo”, que con sus 11 líneas une gran parte de la capital rusa.
Gracias a su diseño a modo de telaraña y con uno de sus ramales en forma
radial, la conexión entre estas es completa y desde cualquier sitio se puede
lograr la combinación necesaria para llegar a destino. Por otra parte, los
trenes pasan cada dos minutos y en horarios pico llegan a pasar cada 45
segundos, lo que hace que la espera sea nula y los viajes mucho más rápidos.
Las estaciones abovedadas súper amplias y suntuosamente decoradas con mosaicos
de estilo soviéticos se encuentran considerablemente bien mantenidas y limpias,
aunque quizás con poca información para quien no lee el alfabeto cyril.
Catedral de San Basilio
Otra de las cosas que choca y afecta a uno es
la discriminación y el racismo. La gente mira bastante mal a los extranjeros y
le hacen sentir que no son bien recibidos en su país. Asimismo es prácticamente
imposible recibir ayuda por la calle y las preguntas son más de una vez
ignoradas completamente, como si ni siquiera hubiesen sido realizadas. Existen
incluso grupos neo nazis o skinheads con los cuales no creo que quieras
encontrarte si no sos rubio de tez y de cabellera, no tenes ojos claros ni
hablas ruso. Es por esto y para evitar problemas que con mucha congoja y
melancolía opte por sacarme la barba que me acompañaba desde el primer día de
la Expedición; prometiéndome volver a dejarla crecer luego de dejar Rusia. Está
claro que los negros no existen aquí, aunque recorriendo la ciudad y ante el
asombro de ambos, encontramos uno en una de las estaciones del metro. Parado en
el medio de uno de los túneles y con un cartel doble que colgaba de su cuello,
el color del pobre mulato hacia la parte de fluorescente de una publicidad de
zapatos de la cual no compraría un par jamás en mi vida.
Catedral del Cristo Salvador
La arquitectura soviética no me pareció para
nada bella ni mucho menos, aunque los edificios de la época estaliniana,
comprendidos entre los años 1930 y 1950, difieren un poco de los que le
siguieron. A pesar de seguir siendo bloques carentes de demasiada imaginación,
son mucho más ornamentados y revestidos de una piedra de color arenisco que los
hace bastante más vistosos. Incluso las terminaciones en aberturas y pórticos
eran realizadas con mucho más esmero y dedicación que en la época subsiguiente.
Dada la mejor calidad y ubicación en las avenidas más importantes de la ciudad,
estos edificios eran ocupados en la época soviética por ciudadanos de renombre,
ilustres artistas, médicos, políticos o militares.
Universidad Estatal de Moscu
Otras de las construcciones que con muy buen
gusto se construyeron en la época de Stalin son Las Siete Hermanas; siete
rascacielos que se alzan en la ciudad moscovita, los cuales fueron llamados
también Rascacielos Estalinistas. Tres de ellos están destinados a viviendas,
cuando los otros cuatro incluyen dos hoteles, la Universidad Estatal de Moscú y
el Ministerio de Asuntos Exteriores. Estos edificios de similar diseño con
altas antenas y relojes en sus cúspides son los techos de Moscú y desde
cualquier sitio de la ciudad es posible ver al menos uno de ellos. A mi manera
de ver, son las edificaciones soviéticas mas remarcadas y bellas de la ciudad,
aunque lo más reconocido mundialmente por su belleza y singular estilo son las
iglesias ortodoxas, de las cuales está plagada no solo Moscú, sino cuanta ciudad
rusa este en discusión. Ladrillos rojos con juntas blancas o grises que hacen
de estructura con arcos de medio punto rematados en punta al estilo árabe,
sobre los cuales vuelven a aparecer sucesivamente arcos mas pequeños formando
torres, que en su punto más elevado son cubiertas con cúpulas esféricas
rematadas en picos con las particulares cruces ortodoxas bañadas en oro. En
plena Plaza Roja, la Catedral de San Basilio mandada a construir por Iván IV
“el Terrible” y finalizada en 1561; con sus cúpulas de colores y su particular
emplazamiento, es posiblemente el mejor ejemplo de este tipo de construcción;
un símbolo de Rusia.
Plaza Roja
Los Kremlin son otras de las particularidades
arquitectónicas de muchas de las ciudades rusas. Estas grandes fortificaciones
eran en un principio el lugar donde se erigían las ciudades mismas, protegidas
por muros de madera, los cuales con el correr de los siglos fueron obligados a
cambiar de materiales ante sucesivos ataques en donde el fuego los destruía con
facilidad. Con el paso del tiempo y ante el
aumento de la población, los zares fueron quienes ocuparon estas
fortalezas, levantando dentro sus propios palacios y catedrales, como por
ejemplo, la iglesia de Iván III de Rusia, más conocido como Iván El Grande, la
cual se encuentra dentro de la fortificación de Moscú. En el centro de la
capital rusa, altos muros de ladrillo color rojo con grandes torres de control,
rodean y encierran esta ciudad privada de los zares que hoy es sede del
gobierno nacional. En uno de sus lados, linda con la Plaza Roja, la cual con
sus más de 23.000 metros cuadrados es una de las más grandes del mundo, en la
cual se encuentra el mausoleo de Lenin, la ya mencionada Catedral de San
Basilio, el Museo Histórico y el GUM, uno de los más grandes centros comerciales
de toda Europa.
Arco de Triunfo
Dentro de los muchos monumentos que se alzan en
la ciudad, hay dos con cierta historia bajo el brazo que vale la pena destacar
y explicar un poco de que se tratan. Uno de ellos es el gigantesco y odiado por
los moscovitas recordatorio a Pedro el Grande. Para el que no sabe la historia,
no es más que una enorme estatua de bronce, de Pedro sobre un barco de menor
escala, sosteniéndose de uno de los mástiles del mismo. El problema es que
quien supone ser quien es, es en realidad otro personaje reconocido por grandes
logros aunque para nada en Rusia ni esta parte oriental de Europa. Se trata
nada más y nada menos que de Cristóbal Colon; un monumento realizado por los
rusos como regalo a los Estados Unidos, los que al recibirlo y no ser de su agrado,
devolvieron a Rusia, donde le cortaron la cabeza de Colon, colocaron la de
Pedro y lo emplazaron a orillas del rio Moscva (del cual proviene el nombre
Moscú) en pleno centro de la metrópoli. El otro es el Arco de Triunfo (Arca
Pobedi en ruso), el cual se alza sobre la avenida Kutuzovskaya Prospekt, el cual
hace alusión a la batalla ganada ante el avance de Napoleón en 1812, el cual
debió huir por la misma arteria y abandonar su invasión al territorio ruso;
aunque la derrota del ejercito de Bonaparte, se debió en gran parte a la
debilidad que arrastraban sus tropas ante el crudo y devastador invierno en
estas latitudes. No es más que una especie de cargada sobre el Arco de Triunfo
en Paris, recordando la victoria sobre un francés en tierras rusas.
Dentro del Kremlin
Moscú me desconsuela, decía Sabina y no se
equivocaba. Una ciudad que contagia nostalgia, melancolía y malhumor la cual
aun espera esos vientos de cambio que pregonaba Scorpions, los cuales llegaron
con pequeñas brizas que necesitan mucho tiempo para sacar el polvo que tantos
malos tratos dejaron sobre sus calles; sedimentos que de a poco se van
levantando, aunque a veces de la sensación de que están tapando tierra con mas
tierra, apenas ocultando bajo una máscara lo que es la realidad rusa; esa
realidad a la cual apenas estoy entrando y ya voy sintiendo bastante fuerte.
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