8 jun 2011

ODISEA BOLIVIANA

En Camino a Guayaramerin
Por la mañana, luego de unas 10 horas de viaje despertamos en Trinidad, con el canto de unos gallos que llevaban dentro del micro mismo. Todavía bastante melancólico y triste por haber dejado Santa Cruz, comencé a averiguar las diferentes maneras que teníamos para llegar a Guayaramerin, ciudad frontera entre Bolivia y Brasil, y los métodos aunque parezca mentira, eran varios. La opción más rápida, pero también más cara y por ende descartada era el avión. Otra manera era en barcos cargueros que bajan por el rio Mamore hasta la frontera misma, pero para esto debíamos gastar cinco días, y al saber que ya navegaríamos en Brasil, era mucho tiempo, por lo que también fue descartada. Por último teníamos la flota; los buses bolivianos. Lo único que no estaba muy en claro era el tiempo que estos demoraban, ya que ante mi interrogatoria, recibí respuestas de lo más variadas; “24hs”, “36hs”, “2 días”; en fin, sería un viaje muy muy largo.

Rio Mamore
En apenas unas horas salía la flota, y no tenía sentido esperar al día siguiente, por lo que sacamos nuestros boletos y nos montamos en el bus más viejo, sucio, y rotoso que subí en mi vida, el de la empresa 1ero de Mayo. Era de los años 70, color crema con una franja roja, con butacas enfundadas llenas de polvo y caños a modo de columnas para sostener el techo. En las bauleras no solo llevábamos equipaje, sino también unas 20 garrafas de gas de 10kg; una bomba en movimiento. El chofer conducía sobre un asiento de hilos de goma y maniobraba un volante al cual solo le quedaba el hierro del interior oxidado. Sobre su cabeza, se improvisaba una litera con unos caños soldados y un pedazo de espuma a modo de colchón. Los buches sobre los asientos apenas se sostenían con alambres y algunas sogas, y el baño… bueno, no había baño.

Camiones cruzando el Mamore
Comenzamos a movernos, la odisea comenzaba. Luego de un primer tramo, en el cual todavía nos sentimos bien, donde nos parece que exageramos al prever tan duro viaje, llegamos al rio Mamore, el cual debe ser cruzado en balsa ya que es bastante ancho y si aquí no hay carreteras; menos hay puentes. Una embarcación de madera llena de filtraciones, comandada por un pequeño bote a motor nos cruza tanto a nosotros como al bus. Ya del otro lado continuamos viaje y entre pampas y selvas, atravesando todo el departamento del Beni, la zona agrícola ganadera de Bolivia, se nos hizo la noche.

Nuestra flota cruzando el Mamore
Era imposible dormir en esas condiciones. Entraba tierra por las ventanas, la incomodidad era absoluta y por si fuera poco hacia un calor insoportable. Paramos a cenar y para ir al baño, y el alivio al salir del encierro era enorme. Pero en pocos minutos volvimos al bus y las condiciones volvieron a lo primitivo nuevamente. Si viajar en la zona del altiplano es una odisea, esto no sabría con que adjetivos catalogarlo. El pasillo estaba lleno de niños y gente, y como si el bus no estuviese completo, cerca de las 3 de la madrugada se detuvo en un diminuto pueblo (Santa Rosa de Yacuma) y subió aun más gente, la cual no tenía otro remedio que viajar parada o tirada como pueda por algún rincón del micro. No sé cómo pero paso la noche y esperábamos que el llegar a destino no pasase del mediodía.

Paisaje del Beni
Pero el andar parecía interminable. El camino ahora es de tierra colorada, y el paisaje similar al de Misiones en Argentina solo que completamente llano. Grandes montes selváticos se extienden a nuestro alrededor y grandes nubes de polvo en el interior del bus. Para intentar pasar un poco más rápido el tiempo me pongo a charlar con quien se sentaba detrás mío. Un hombre de unos 35 años, de tez morena y cabeza rapada. Un fino bigote bajo su pequeña nariz, era como la continuación de una gran cicatriz en la mejilla, de la cual no me anime a preguntar su procedencia. Me contaba que venía a Riberalta a cazar, y que incluso tenía su rifle ahí, en los buches del bus sobre su cabeza. Un poco anonadado no entendía que viajara en el bus con el rifle encima, como si se tratase de una guitarra.

Lanchas que cruzan al Brasil
Me levante para pedir al chofer que se detenga para ir al baño y note que una de las pasajeras viajaba con un perro entre las piernas. La gente bajaba a orinar y se les notaba un aire de guerra, un aspecto de haberse revolcado entre el polvo durante horas sin tener siquiera un poco de agua para lavarse ni las caras. Cuando parecía que nunca llegaríamos, vi por la ventana la publicidad de un partido político, con la cara de un postulante a alcalde; de alcalde en Guayaramerin. Creo que no vi en todo el trayecto un solo cartel de publicidad, pero la política llega incluso a donde no llega ni siquiera Coca-Cola. Pero lo bueno del cartel era que si o si, debíamos estar cerca de destino. Luego de unos 15 minutos llegamos a la terminal.

Lanchas esprando su turno
Me sentía como si hubiese ganado una batalla muy dura, donde había recibido más golpes de los que había dado. Una batalla de 29 horas entre el polvo, la incomodidad, los malos olores y el malhumor absoluto; pero la habíamos ganado. Estábamos ya en Guayaramerin, prontos para ultimar los últimos detalles antes de cruzar definitivamente a Brasil y adentrarnos por completo en la inmensurable selva Amazónica. 



4 comentarios:

  1. que duro el viaje en bus, terrible, bueno espero que de ahi en adelante mejore todo y sigan disfrutando dijo edgardo
    besosss cuidate mucho
    EL TIO JESSIE
    Ohaio

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  2. Complicado el bus, jajaja!! Pero aca en Brasil los barcos son mortales tambien... mas dias que la mierda durmiendo en la hamaca esa... tengo la espalda curvada!!!

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  3. jaja lo que debe haber sido para ser peor q una odisea!! seguramente los días de descanso en una cómoda casa no ayudaron mucho para adaptarse al micro, pero por suerte ya paso y ya estan en brasil :)

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  4. Seeee.... fue terrible... doloroso, jejeje!! Igualmente Brasil no crean que es taaaaannn civilizado. Al menos en el norte es complicado tambien viajar...

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