26 jun 2011

HACIA EL CORAZON DEL AMAZONAS

Con Mauri en la F-100

Finalmente después de tres meses de viaje, tan solo un rio nos separaba de nuestro cuarto país en la ruta; Brasil. Era solo cuestión de cruzar el rio Mamore en pequeñas embarcaciones para comenzar a falar portugués y encaminarnos hacia el corazón del Amazonas; Manaus. Pero antes de eso es preciso realizar los trámites migratorios, los cuales no son exigidos por lo que uno mismo debe preguntar donde están las oficinas y dirigirse a ellas para estar oficialmente fuera de Bolivia. A pesar de no haber tenido ningún tipo de inconvenientes, hacia unos días que no me sentía demasiado seguro, no sé porque pero estaba con miedo, un poco de angustia y mal presentimiento, el cual difícilmente se equivoca cuando aparece. Queríamos encontrar algún otro viajero para ser un grupo más grande y así poder estar más tranquilos, y fue cuando me dispuse a cambiar dinero, cuando me encontré con Mauricio.

Playas del Rio Madeira
Este loco personaje de gran humildad y corazón tamaño sandía, era ingeniero agrónomo y desde que se recibió en la Universidad de Esperanza, Santa Fe, comenzó a trabajar con hacienda, compró algunos campos y varias cabezas de ganado, alquilo otros y con mucho sacrificio armo su empresa ganadera en la provincia de Formosa. Pero hoy, ya con 40 años encima, Mauri se cansó de las presiones de los prestamos, los viajes desde su Santa Fe natal al caluroso y húmedo noreste, de esa vida rutinaria que casi todos tenemos, y vendió completamente todo lo que tenia. Hacienda, maquinaria, auto, camioneta, cerro cuentas bancarias (no se quedo ni con una tarjeta de crédito), compro un par de departamentos, los alquilo y salió a recorrer el mundo; pero para hacerlo un poco distinto, prefirió salir en bicicleta. Así nos presentamos y juntos cruzamos al Brasil, para emprender viaje hacia Manaus.

Rio Madeira
Ya en Guajara-Mirim y luego de pasar por migraciones, la cual también hay que buscarla a unas 6 o 7 cuadras del puerto, nos dirigimos a la Rodoviaria (así llaman aquí a las terminales de buses), en la caja de la F-100 de un brasileño que se ofreció amablemente a alcanzarnos. Pero se preguntaran: “Mauricio no viajaba en bicicleta?”. La respuesta es sí, pero desde su partida no había hecho más que 300 o 400km sobre Rosa (como decidió nombrarla) y ya dudaba si seguir cargándola en las bauleras de los colectivos o venderla por algún lado y continuar sin ella. De esta manera, luego de unas 6 horas llegamos a Porto Velho, ciudad desde la cual desaparecen las rutas, y aparecen los grandes ríos afluentes del Amazonas, para transformarse en las carreteras náuticas para cualquier tipo de transporte.

Hamacas en el Almirante Moreira VIII
Al día siguiente, luego de pasar la noche en un pequeño hotelito enfrente a la rodoviaria, emprendimos caminata al puerto, pasando antes por el centro, donde esperábamos embarcarnos en un viaje de unos 3 a 4 días que nos dejaría definitivamente en Manaus. Esquivando camiones y hombres que cargaban hasta 4 bolsas de cebolla sobre sus hombros, nos embarcamos y acomodamos nuestras hamacas en el que nos pareció el mejor lugar dentro de las posibilidades del barco Almirante Moreira VIII, un carguero que en su piso intermedio transportaba pasajeros pero en su cubierta inferior, estaba completamente repleto de banana, sandía, papa, cebolla, algunas motos, y hasta un auto. Pero hay algo de lo cual me estoy olvidando; para este entonces, Mauri ya había donado su bicicleta al dueño del hotel donde habíamos pernoctado, el Sr. Pimienta, quien era candidato a senador y de su cara estaba empapelada toda la ciudad. Durante el desayuno habíamos hablado con él y nos pareció muy buena persona, por lo que este intento de ciclista había decidido regalársela y de una vez ya no tener que cargar con Rosa durante su trayecto. “Ya está, no hay que apegarse a las cosas materiales”, se repetía a cada rato.

Area de Carga
Si hay algo que hay que aprender sobre los barcos en Brasil, es que nunca dicen la verdad respecto a los horarios; ni de zarpe, ni de llegada. Al momento de embarcarnos y comprar los tickets nos habían dicho que saldría ese mismo día a las 18hs, pero después nos terminamos enterando que saldría al otro día, aunque el horario tampoco era claro, unos decían a las 14hs, otros, cerca de la noche. Pero lo bueno es que permiten a los pasajeros dormir allí cuanto tiempo sea necesario, por lo que esa noche ya la pasamos embarcados, aunque en el puerto, esperando que al otro día zarpásemos lo más temprano posible.

Luis, el "Negrito Bailon"
Así fue que en la mañana del día siguiente terminaron de cargar las sandías y cebollas que restaban y cerca de las 14hs comenzamos nuestro primer viaje fluvial por los ríos del Amazonas. Eran más de 100 hamacas, más de 100 personas que compartiríamos abordo los próximos 3 o 4 días, conociéndonos con algunos y apenas saludándonos con otros. Pero había personajes que no pasarían para nada inadvertidos, como ser el Negrito Bailon, un peruano de casi 60 años que viajaba hacia Oiapoque, en la frontera con la Guyana Francesa para allí estar un rato en el bussines, como él decía, vendiendo cualquier tipo de productos por la calle. Al principio se tornaba un poco pesado contando siempre las mismas cosas y tocando su cajón peruano, pero ya entradas las horas y con Luis (ese era su nombre) más tranquilo, comenzamos a conocer la inigualable vida de un tipo al cual los años no le habían pasado en vano. Había viajado por Sudamérica por un largo rato, para luego embarcarse como marino en Manaus en barcos petroleros griegos, luego en mejicanos, donde viviría más de 10 años, para más tarde mudarse a Suiza, donde vivían sus 3 hermanas. Allí se aburriría del trabajo de barman y comenzaría a viajar por toda Europa, viviendo incluso en Mónaco, donde limpiaba yates de los magnates más poderosos de todo el mundo. Actualmente vivía en La Serena, Chile, y se dirigía a Manaus en lo que según él era su último viaje ya que estaba un poco cansado de tanto movimiento.

Casas sobre el Madeira
Los días pasaban y el rio Madeira, por el cual navegábamos, cada vez se tornaba más ancho. El paisaje un tanto monótono aburría bastante por momentos, pero aprovechábamos el día para estar en las terrazas, disfrutando un poco del sol, leyendo y charlando con quien nos pareciera interesante. De vez en cuando aparecían delfines rosados a los lados del barco y nos acompañaban por largos ratos. Las noches llegaban rápido, ya que el sol cae bastante temprano, y descansar en las hamacas de a poco se iba tornando menos incomodo. A veces aparecían pequeñas lanchas del medio de la nada, las cuales subían y bajaban gente sin necesidad de detener el barco, e incluso bajaban carga. Eran una suerte de piratas de rio, que a veces intimidaban con su llegada rápida y ruidosa.

Encuentro Das Aguas
Al cabo del 3er día, a las 14hs llegamos a Manaus, pero no sin antes ver el increíble fenómeno del “Encuentro de las Aguas”, donde se juntan el rio Solimais con el rio Negro para formar el Amazonas. Sus aguas, de tan diferentes cualidades y colores, otorgan raras formas e imágenes cuando intentan entremezclarse en lo que es el rio más caudaloso del mundo. Como si se tratase de agua y aceite, estos no se funden fácilmente y se puede observar una línea ondulada que separa las aguas negras y acidas del rio Negro, de las marrones y turbias aguas del rio Solimais. Así, pasado el espectáculo y luego de navegar alrededor de 1250km, llegamos a Manaus, el corazón del Amazonas y nuestro primer punto importante dentro del país más grande de Sudamérica. 







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