15 nov 2011

DIAS DE HUTONG

Beijing, donde lo nuevo se junta con lo viejo
Era temprano en la mañana cuando Ulán Bator quedaba a nuestras espaldas detrás del último vagón del tren. En apenas unas horas la estepa y desierto mongol se hacían presentes y el paisaje se imponía a través de las ventanas. Serpenteando entre las ondulaciones de la estepa, que por momentos logra una altura más similar a la de una verdadera montaña, los campos completamente blancos, sufren la caída de las primeras nevadas del invierno en Mongolia. A veces pasa casi una hora sin ver más que nieve cuando a lo lejos se divisa uno o dos ger completamente aislados y con bastante nieve en el techo. Me intriga saber cómo hacen para calentarse, ya que se ven las chimeneas de las estufas, pero en la zona no hay un solo árbol en cientos de kilómetros a la redonda; solo puedo pensar en bosta de caballo o de vaca seca… Amontonados sobre el lado contrario del cual viene el viento, estos animales se refugian de la nevada pegados a las paredes de los ger. A lo lejos un Kamaz ruso anaranjado baja a paso de hombre un estrecho camino que cuelga de una montaña. Más de una vez, el tren se detiene por algunos minutos esperando el paso de algún otro que viene en dirección contraria, ya que la red consta de una sola vía para ambas direcciones.

Musica en los Templos
Cerca de las 9 de la noche llegamos por fin al cruce de fronteras, donde acontece algo que vale la pena ilustrar. Luego de formalizar aduana y migración en Mongolia y ya en territorio chino, el tren completo ingresa dividido en dos mitades a unos galpones gigantescos de más de 500mts de largo. Allí desenganchan todos los vagones, los cuales son elevados por gatos hidráulicos a más de 2mts de altura, separándolos por completo de los llamados bogies (parte inferior que consta de las ruedas, ejes, sistema de frenos, suspensión, etc.). La trocha de la red ferroviaria china es unos centímetros más angosta, por lo que en no más de 20 minutos el tren completo vuelve a estar sobre rieles; aunque esta vez, sobre rieles chinos.

Techos Chinos
Desperté temprano esa mañana. Los chinos que viajaban en nuestra cabina desayunaban una sopa de fideos, succionando y haciendo toda clase de ruidos, incluyendo eructos de los más sonoros. Intente concentrarme en el paisaje y ponerme algo de música para frenar mis ganas de escapar, de donde no podía escapar. A lo lejos, decenas de aspas metálicas enormes danzan al compas del viento cual bailarinas de ballet, convirtiendo ese aire en energía eléctrica. Sobre los fatigados campos, los chinos no dejan un mínimo espacio sin sembrar, sin importar lo difícil e intrincado del terreno que por momentos no es más que arena seca y bastante pedregosa. Ignorando como llegamos allí, nuestro tren ahora transita por las laderas de un cañadón bastante profundo y árido, con paredes de roca que van del amarillo al rojo grisáceo, abrazando sobre su vientre el fino hilo de un rio poco profundo y cristalino; atravesando decenas de túneles y cobertizos; oscuros pasajes que deposita a nuestro gusano metálico del otro lado de los cerros. Cerros que se transformaron en edificios, casas, calles, arboles que eran semáforos y pasto gris cemento. Estábamos en Beijing.

Hutong
Habíamos arreglado de antemano nuestra estadía con Chris, un canadiense que vivía en la capital china desde hace ya un lustro. Gracias a la red de metro, la cual crece casi 50km por año (el de Buenos Aires no llega a los 80km en total), nos fue fácil llegar al área de Houhai, más específicamente al puente de Jishuitan, en lo que es una de las zonas más antiguas de Beijing. Fueron las dinastías Yuang, Ming y Qing quienes construyeron estos barrios alrededor de la Ciudad Prohibida, caracterizados por sus casas pequeñas con baños comunitarios, disgregadas a lo largo de laberintos de calles pequeñas y callejones, conocidos como Hutong. La vida aquí es diferente que en otros sitios y es donde el verdadero aire de una China ancestral se respira a pleno.

Templo del Cielo
La casa de Chris era una más de estas, con solo una habitación, una sala de estar, que para los chinos seria otra habitación para varias personas, y una pequeña cocina improvisada sobre tablones, con gas en garrafas y anafes portátiles. El baño en los Hutong no existe, por lo que cada 2 o 3 cuadras dentro de los laberintos, siempre hay uno público y gratuito, aunque no siempre son de los más agradables; y esto no es por estar sucios, sino porque no tienen divisiones entre inodoro e inodoro (en realidad son estos tipo huecos en el piso), por lo que es normal estar haciendo fuerza agachado y transpirando, mientras escuchamos los ruidos, olemos los olores y contemplamos con nuestros propios ojos a tres o cuatro chinos haciendo sus necesidades a nuestro lado; algunos leyendo el diario, otros hablando por celular, fumando, o porque no jugando a la PSP.

Ciudad Prohibida
Durante esos días Chris nos condujo por las calles de Beijing para conocer no tanto lo turístico, ni los lugares bonitos para tomar fotografías, sino nos introdujo en el verdadero día a día chino. Nos saco a comer Hot Pot y varios otros platos por restaurantes locales; fuimos de compras al mercado del barrio; nos paseo en moto por los laberintos de los Hutong y hasta incluso nos dio una clase de cómo beberlo y porque es tan importante el té en la vida de los chinos. Se dice que el cuerpo humano posee un fuego interior que si está muy elevado, contraemos enfermedades. Es por eso que la infusión de diferentes tipos de té, bajan ese fuego interno, previniendo padecimientos de distinta índole. Pero no todos los te disminuyen el fuego, incluso algunos lo elevan, permitiendo un nivel justo que nos permita estar saludables. Es increíble como el sabor va poniéndose cada vez más fuerte, para llegar al punto más alto a la 3er o 4ta taza, para luego comenzar a disminuir, apagándose lentamente.

Ciudad Prohibida
Otra de las cosas que Chris nos explicaba, es la locura de los golpes en las plazas. Grupos de gente, en su mayoría ancianos, se ponen a disposición de uno de ellos quien es el que lidera. Al grito de algunas palabras se van golpeando a ellos mismos en diferentes partes del cuerpo y con la mano en distintas posiciones. Claro que los golpes no son tan fuertes, pero esto lo hacen para despertar células dormidas y mantener siempre la totalidad del cuerpo alerta y activo. Pero los parques no solo están repletos de golpes, sino que también es común encontrar acordeonistas tocando, mientras gente al pasar se detiene a cantar una especie de ópera, junto al músico que más le gusta; y un dato… todos cantan excelentemente bien.

Gran Muralla
Ya por nuestra cuenta y sin la ayuda del experto recorrimos todo lo turístico y que no se puede perder de Beijing, aunque para nosotros fue mucho más la experiencia en los Hutong que el turismo en sí. Recorrimos la Ciudad Prohibida, construida a principios del S.XVI por la dinastía Ming, entre sus calles imperiales donde tanto la arquitectura como la historia de China se hacen presentes. El Templo del Cielo, en la zona sur de la ciudad, data de la misma época y es donde los propios emperadores pedían por una buena cosecha en primavera y luego agradecían por sus frutos en otoño. La plaza de Tian’anmen, una de las más grandes del mundo, y el Night Market, fueron otras de las zonas que recorrimos en esos días.

La Gran Muralla en Badalin
“Soldado que huye sirve para otra guerra”, dice el dicho, y posiblemente en eso pensaron los chinos ante la posibilidad de enfrentarse al magnífico e impresionante poderío de conquista de los mongoles. No huyeron, pero crearon una muralla de más de 8.800km de largo para frenar los avances de los súbditos de Chingis Khan y así evitar la casi segura derrota en una batalla frente a frente: La Gran Muralla China. La visitamos en la zona de Badalin, quizás la más turística pero no por eso la menos apreciable. Temprano en la mañana pudimos recorrer parte bastante tranquilos, y así poder admirar la magnificencia de dicha obra. Serpenteando entre montañas, pasando siempre por los puntos más elevados y con inclinaciones de hasta 80 grados, la muralla es increíble. La seguimos con la vista hasta perderla por detrás de un cerro, confundiéndose con el brillo del sol del atardecer. Esta muralla que durante la dinastía Ming era custodiada por un millón de guerreros, tiene también la fama de ser uno de los cementerios que más gente alberga en el mundo, ya que durante su construcción se calcula que murieron más de 10 millones de trabajadores.

Nido de Pajaros
Hablando de algo más actual, pero no por eso menos atractivo, también visitamos el complejo de los Juegos Olímpicos, incluyendo el Nido de Pájaros y el Cubo de Hielo. El predio gigantesco consta de 4 estaciones de metro en su interior, con parques enormes, pistas de patinaje, canchas de tenis, estadios para todo tipo de deportes y hasta un lago para las competencias de canotaje. Si el Nido de Pájaros impresionaba por televisión, verlo de cerca confunde aun más. No tanto por su tamaño, ya que al estar en un predio tan grande, el estadio se minimiza un poco, pero si por la estructura, la cual no se llega a entender cómo puede soportar todo y a la vez ser de una originalidad y belleza incomparable.


Gran Muralla
Así pasaron nuestros días en la capital china; algo que no estaba en nuestros planes en lo absoluto, pero que nos dejo sensaciones inolvidables. Para eso no nos queda más que agradecer a Chris, sin quien hubiese sido imposible recorrer los rincones ocultos de semejante metrópoli y conocer algo de la verdadera cultura china. Pero Beijing es solo un plato de un gran restaurante repleto de variedad, al cual habrá que volver para degustar de un menú más completo y variado, llegando porque no al deseado Tíbet, el cual quedara en el tintero… pero solo por esta vez…





1 comentario:

  1. Simplemente increible.... el otro post no lo comente... no entendi un catzo de lo que escribio vale jejeje las fotos nuevamente increibless...
    Besos
    ely

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