Casamiento en la Plaza Sukbhaatar |
El bus no ceso de balancearse ni un momento desde su partida en Ulán Ude. Las rutas rusas son desastrosas, muchas de ellas muy rotas, y las que no, están muy mal concebidas desde un principio, sin demarcación alguna, sin banquinas y con una preparación del terraplén tan incompetente que poseen ondulaciones tanto transversales como longitudinales, por lo que el movimiento es constante y hasta a veces temeroso. Al cruzar a Mongolia, luego de las formalidades de aduana y migraciones, las carreteras no cambian en lo absoluto. Quizás en Rusia no les presten demasiada atención ya que mas del 90% del transporte, ya sea de pasajeros o de carga, lo realizan en ferrocarril; pero en Mongolia parece que aun prefieren el caballo como en épocas de Chingis Khan.
Pequenio Chingis |
Casi la totalidad del país es dominado por la estepa, salvo las excepciones del desierto de Gobi en el sudoeste y las montañas de Altái en el noroeste del país. Estepa desértica, con ondulaciones no muy elevadas y alguna que otra montaña un tanto más alta. Todo completamente verde, con algunos árboles que aparecen cada algunas cuantas decenas de kilómetros. Escasas cantidades de nieve depositada sobre los cerros y a veces en las bases, anuncian la llegada del inminente invierno a Mongolia. En medio del polvoriento y desolado paisaje se alza Ulán Bator, capital de Mongolia y nuestro destino para los próximos días.
Templo Megjid Janraisig |
Ulán Bator no es nada pintoresco ni mucho menos. Desprolija, un tanto sucia, extremadamente polvorienta, aunque con un crecimiento que denota las oportunidades de negocios que arrastra un país en crecimiento y virgen, a pesar de tener historia milenaria, siendo asediado por inversionistas extranjeros que ven en sus tierras la posibilidad de un avance veloz y fructífero a corto plazo. Es increíble como un territorio habitado por sino la más fuerte dinastía de la historia, como fue la de Chingis Khan logrando una expansión que llegaba hasta Europa y el sudeste asiático, hoy tenga una población de apenas 3 millones de habitantes. Para tener una idea en esas épocas de la magnitud del Imperio Mongol, leímos en el fabuloso museo de historia que hoy en día, uno de cada doscientos hombres provienen de antepasados mongoles, más específicamente de cromosomas del mismo Temudjin (verdadero nombre de Chingis Khan). Quién sabe si mi achinado en los ojos no provenga de estas tierras.
Megjid Janraisig |
Como decía anteriormente la ciudad no tiene demasiado encanto, aunque cabe destacar que si tiene varios sitios para visitar, y más de uno vale la pena no perdérselo. El Museo de Historia, como citaba anteriormente, es una verdadera recopilación de reliquias milenarias y claro está, donde se puede aprender mucho sobre la historia de este gran imperio. En lo que respecta a religión, abundan los templos budistas y si hay uno del que vale la pena hablar es el Templo Megjid Janraisig. El aire comienza a cambiar con solo acercarse al Monasterio Gandan; monjes con túnicas bordo y cinturones amarillos pasean sus cabezas rapadas por las calles mientras un grupo de mujeres gira las enormes ruedas de oración tibetanas que se encuentran en la plaza frente al templo. A la derecha, como en cada santuario se ubica la gigantesca campana de loto y a la izquierda el no menos importante tambor del dharma. Voces en tonos tan bajos como puedan existir, recitan oraciones que retumban en el interior del recinto donde se alza el símbolo del templo. Un enorme Buda de 26 metros de altura que araña el techo con su cabeza dorada, no hace más que dejarnos callados, inmóviles, pacíficos en la contemplación de una imagen de semejante tamaño. Relleno en su interior con hierbas medicinales y miles de mandalas, este gigante alcanza las 20 toneladas de peso. La gente ingresa, se inclina frente a la estatua, enciende un incienso y respira de su humo, para luego girar alrededor, siempre en sentido horario, mientras hacen rotar las cientos de ruedas de oración que rodean a Megjid Janraisig.
Cabalgando la Estepa Mongoliana |
Como miles de años atrás, gran parte de la población de Mongolia todavía habita sus ger; una especie de carpas circulares con estructura de madera, con las cuales esta comunidad de nómades viajaban no solo por el país sino también en sus conquistas. Queríamos pasar alguna noche en uno de estos, por lo que nos dirigimos al Parque Nacional Terelj, donde nos encontraríamos con una familia de mongoles que nos hospedaron por unos días. La experiencia es genial. Entre el crudo frio del inminente invierno, adentro dormíamos perfecto, ayudados claro por un poco de leña y una estufa. Por el día caminábamos las estepas y montañas o para sentirnos mas parte aun, las cabalgábamos cruzando ríos y bosques. Por las noches la familia nos acogía en su pequeña casa, donde nos ofrecían de su comida, como así también algo de yogurt casero y una de las especialidades de Mongolia; el airag: leche de caballo fermentada. El extremo de lo agrio expresado en una bebida que si no sos mongol, difícilmente puedas más que apenas degustar.
Ger Mongol |
Mongolia es un país grande, que supo ser muchísimo más grande. Es un país cuya población habita en los genes de pobladores de todo el mundo aunque hoy en su territorio haya unos pocos. Es un país que aún conserva culturas y formas de vida de hace mucho tiempo atrás, acompañado por ritos religiosos que se ven a lo largo de todo su territorio. Es un imperio que obligo a los chinos a construir una muralla de más de 8.800km para poder frenar sus ataques. Es un país que, a pesar de no tener el tiempo necesario para recorrerlo en toda su extensión, nos dejo una sensación especial, unas ganas de volver y de aprender en más detalle la historia de este milenario imperio que pocos admiran hoy en día.
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