Bienvenidos a Trinidad y Tobago |
Después de 120 días desde la ya lejana partida desde Ushuaia, la Expedición se preparaba para abandonar Sudamérica y comenzar a transitar tierras Norteamericanas. Con cuatro países en el bolsillo (Argentina, Chile, Bolivia y Brasil), y cientos de anécdotas en las mochilas, nos disponíamos a volar a New York, para comenzar una nueva etapa en los Estados Unidos, pero esto de buscar siempre las variantes mas económicas para todo, nos traería una sorpresa y un sitio inesperado para sumar al itinerario de la Expedición. Aunque resulte raro, a veces tomar más aviones y recorrer mas kilómetros es más barato que tomar uno solo y hacer el trayecto más corto. Así fue que nuestro vuelo que unía Belem con New York constaba de dos paradas; una de apenas unos 40 minutos en Paramaribo, capital de Surinam, y la segunda de unas casi 12 horas en Port of Spain, capital de Trinidad y Tobago.
Catedral de TyT |
Pero lo más horrible de nuestro vuelo no eran las escalas, las cuales en realidad hacían más emocionante la travesía, sino el horario de partida desde Belem: 5:30 de la mañana. Era en vano esperar en el hostal y después viajar de noche en las inseguras calles de la ciudad, así que cerca de las 6 de la tarde, y ya con todo empacado, nos dirigimos al aeropuerto para pasar la noche allí mismo, con los aislantes y las bolsas de dormir en algún rincón tranquilo. Así, luego de descansar unas horas, hicimos el check in y esperamos el abordaje, aunque un imprevisto nos iba a poner un poco nerviosos. En Paramaribo había muchísima niebla y el aeropuerto estaba inoperable, por lo que no podríamos despegar hasta que la ciudad de destino no nos asegurase el poder aterrizar. El problema no hubiese sido nada si no tendríamos esa escala de apenas 40 minutos, era imposible que lleguemos; pero una vez más la suerte estaba de nuestro lado. Despegamos de Belem con dos horas de retraso pero luego de averiguar con la tripulación y que ellos llamasen a Paramaribo, nos confirmaron que la conexión era con el mismo avión, por lo que no tendríamos problema alguno; si un vuelo se retrasa, el otro también.
Plaza Principal de Port of Spain |
Aterrizamos en el casi “improvisado” aeropuerto de la capital de Surinam. Tan solo una pista y un edificio muy, muy pequeño. Allí nos estaban esperando para hacernos el trámite de chequeo para el otro vuelo. Quizás eso es lo bueno de volar con una aerolínea tan pequeña. Luego de haber preguntado a la tripulación por el estado de la conexión, estos informaron que veníamos dos personas para conectar a Trinidad y Tobago, por lo que al bajar de avión nos esperaba un miembro de la aerolínea que nos llevo con él a la sala donde esperaríamos para subir al mismo avión, aunque esta vez con destino diferente.
Desde la Catedral |
Debido a este retraso se nos acortaba el tiempo en Port of Spain en unas dos horas, pero de todas maneras seguía siendo suficiente para recorrer el centro de la ciudad y ver un poco de que se trata la vida en la isla más grande del país. Arribamos sin problemas y luego de hacer migraciones y dejar las mochilas en el guarda-equipaje, cambiamos algo de dinero (la moneda es Dólar Trinitense o TT Dólar y el tipo de cambio al USD de 6.10) y salimos a esperar el bus para ir al centro. Mientras esperaba veía pasar autos y sin prestar demasiada atención algo extraño había en ellos. Parecían ser conducidos solos, o algunos por niños o hasta por un perro. Fue solo después de examinar uno de cerca que me di cuenta que al ser un país bajo el dominio del Reino Unido desde principios del S.XIX, sus autos son igual que en Gran Bretaña, por lo que conducen por la izquierda. Llego el colectivo y cuando lo paramos también notamos que estábamos del otro lado de la vereda, y que deberíamos haberlo esperado de la mano contraria. Todo es al revés, parece una tontería pero es rarísimo, hasta da miedo ver venir los autos como de contramano y nuestro chofer tan tranquilo…
Edificaciones de Port of Spain |
Las primeras impresiones de esta pequeña isla, no eran más que las de asombro ante la cordialidad, el orden y la simpatía de este pueblo caribeño. La gente, la cual en su gran mayoría es negra, sube al colectivo y saluda no solo al chofer, sino también a los pasajeros con un cálido “Good morning to everyone!!”. El transito se basa en el respeto y el orden, por lo que cada uno mantiene sus carriles y todo funciona a la perfección. Por otra parte la ciudad es muy limpia, y ni siquiera cuando pasamos por los suburbios de la ciudad, llegamos a ver basura tirada ni mucho menos. Así, en apenas unos 45min cruzamos casi media isla y llegamos a Port of Spain, la capital de Trinidad y Tobago.
Tobaguenios |
Es parecida a España? Para nada, pero al haber sido colonia de la Corona Española y uno de los primeros sitios explorados y descubiertos por el propio Cristóbal Colon, su nombre perdura desde aquellas épocas, allá por el S.XVI, antes de la instalación de los británicos en la isla. Si hay algo que no tiene es estilo español en sus calles, las cuales siguiendo con la armonía anterior, continúan estando ordenadas y prolijas. A pesar de ser una pequeña isla y un país poco conocido dentro de Centroamérica, Trinidad y Tobago posee uno de los puertos más fuertes para la exportación de cania de azúcar, banana, café y tabaco, y a su vez la aerolínea más grande de todo el Caribe como lo es Caribbean Airlines. Por las calles abundan el reggae y las rastas, y la gente con su cordialidad habitual se acerca a ayudarnos sin que nosotros siquiera preguntemos por indicaciones sobre cómo llegar a algún sitio. Muchos de sus edificios más históricos que rodean la plaza principal están en remodelación, por lo que no los pudimos disfrutar al 100%, pero a pesar de eso se puede apreciar unos muy bellos de los primeros años colonizadores.
El avion Jamaiquino |
La gente por las calles parece feliz y orgullosa de su país y sus trabajos. Incluso cuando caminábamos por la puerta de la casa de gobierno, un policía nos llamo, a lo que pensé que era para decirnos que no podíamos sacar fotos o algo por el estilo, pero sin embargo lo que quería era invitarnos a entrar para conocer el edificio por dentro y contarnos cómo funciona la seguridad de allí. Muy orgulloso nos intentaba mostrar como él era el encargado de cuidar al presidente y a la gente que trabajaba allí, y a la salida incluso nos regalo unos pines con la bandera del país que todavía llevo en mi mochila.
Se hacía tarde y teníamos que regresar al aeropuerto para el próximo vuelo, así que volvimos a la terminal central a tomar el bus y en 45 minutos más estábamos nuevamente chequeándonos para abordar el último avión antes de llegar a New York. Pero restaba una sorpresa mas (aunque solo anecdótica), el avión no era de Caribbean, como decía nuestro ticket, sino de Air Jamaica (ambas empresas trabajan en conjunto), por lo que no podía sacar de mi mente la imagen de un negro jamaicano de rastas y camisa floreada, escuchando Bob Marley y fumando alguna hierba mágica mientras volaba no solo en su imaginación sino literalmente también.
De esta manera, de la mano de un jamaiquino ingresábamos en territorio Norteamericano, luego de un largo día con vuelos retrasados, noches de aeropuerto y tardes caribeñas en una de las primeras islas ocupadas por la conquista de Cristóbal Colon. Se enciende la señal de abrocharse los cinturones… pronto estaremos en New York…
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