La vez anterior que había visitado el Noroeste Argentino, había sido muy a las apuradas y un poco a la pasada, tan solo para ver un poco de que se trataba y claro está, poder volver en algún momento con más calma. En este caso la Expedición debería cruzar a Bolivia, pero para eso es necesario llegar a una de sus fronteras, en este caso a la jujeña de La Quiaca – Villazon, debiendo atravesar esta provincia por completo. Con más tiempo y más calma, quebraríamos Jujuy por su ya más que conocida Quebrada de Humahuaca, pasando por varios de sus pueblos e ingresando en la Puna Argentina.
Los Colorados
Purmamarca, el pueblo más sureño de la quebrada, es quizás el lugar más pintoresco de todos. Erigidas a los pies del Cerro de Siete Colores, sus casas pareces mimetizarse con las propias montañas, ya que sus paredes de adobe y techos de paja o teja rojiza, tienen los mismos colores que el cerro, por lo que dicen que incluso desde las alturas, sobre un avión, las casas se camuflan y pasan desapercibidas. Las calles alrededor de la plaza principal, tapizadas de tejidos de alpaca y lana que las mujeres del lugar venden a los miles de turistas que llegan cada año y su iglesia de 1648 con sus paredes de adobe y techo de madera de cactus, dan al pueblo la sensación de que el tiempo corre diferente sobre esas calles polvorientas de la Puna.
Salinas Grandes
En el año 2003, la Quebrada de Humahuaca fue declarada por la Unesco como Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad, por lo que a partir de ese momento el turismo se incremento e incluso en el 2005 se pavimento la Ruta Nacional 52 que une Argentina con Chile por el Paso de Jama a 4200 m.s.n.m. Por esta misma ruta, subiendo la Cuesta del Lipan, una de las subidas más bellas de la Argentina, llegamos a las Salinas Grandes. Este salar de más de 12000has no me sorprendió demasiado luego de ya conocer el Salar de Uyuni (el salar más grande del mundo), pero si tiene algunas cosas que lo hacen muy pintoresco y diferente. La ruta lo atraviesa por el medio, casi partiéndolo en dos lados iguales, y los grandes piletones otorgan imágenes extrañas en sus reflejos con el cielo y las montañas. Por otra parte un factor que preparamos de antemano, también nos dio un salar diferente; la caída del atardecer.
Camino a La Garganta
Todo el salar, incluyendo los piletones y las montañas a su alrededor se tornaron anaranjadas y luego de algunos minutos, con la ida del sol, todo se puso muy oscuro y lunar a nuestros alrededores. Pero más lunar aun es el recorrido de Los Colorados, un camino de unos 20 a 30 minutos a pie que rodea Purmamarca por detrás, pasando por entre cerros colorados, a los pies del de Siete Colores.
Humahuaca
Siguiendo camino hacia el norte, pasamos por Tilcara. Todas las poblaciones jujeñas tienen un parecido en sus casas, las construcciones y sus paisajes. No son muchas las diferencias que hay entre ellas, pero si algunos recorridos por entre su geografía nos muestran diferentes formaciones que dan diversidad y belleza a la Quebrada. Luego de una caminata de unas 2 horas aproximadamente, se llega a La Garganta del Diablo (la tercera que conozco en Argentina; Iguazú, Cafayate y ahora en Tilcara). Dentro de un gran cañadón, las paredes de este se van cerrando hasta que su cercanía y su forma circular, sumado esto a su gran profundidad, dan la forma de la garganta. Incluso subiendo unos 15 o 20 minutos más por el lecho del rio, es posible ver una cascada de unos 12mts de altura.
Monumento a los Heroes de la Independencia
Pero la Quebrada sigue, y como su nombre lo indica, llegamos a Humahuaca, uno de las poblaciones más grandes, aunque no por eso la más pintoresca de todas. Su plaza con la torre del reloj y el monumento a los Héroes de la Independencia, es posiblemente el lugar más bonito, aunque cuando las sombras comienzan a hacerse largas y la noche llega a sus calles de piedra, Humahuaca es diferente a todos los demás pueblos. Antiguas farolas con luces amarillentas iluminan todas las calles del centro y es ese color que dan esas luces que cambian por completo nuestro espectro y nos limita a pensar que nos tele transportamos en el tiempo hacia siglos pasados.
Camino a Iruya
Dentro de la Quebrada, Humahuaca era nuestro punto final antes de dirigirnos a La Quiaca, pero saliendo de esta zona en dirección Este, es posible llegar a un pueblo del cual creo que nadie debe dejar de visitar si se encuentra en la Puna Argentina; Iruya. Un viaje de60km; 3 horas sobre un colectivo similar a los de línea que había en Buenos Aires unos años atrás, pero con portaequipajes para los bultos de sus viajantes. Lo que venía no iba a ser justamente el viaje más cómodo, pero luego de recorrer los primeros kilómetros, las imágenes que aparecían a través de las ventanas del micro compensaban el sufrimiento.
Iruya
Los cambios en los paisajes eran casi instantáneos. Abundan los áridos grises y sus grandes cactus, dando la sensación de que en cualquier momento pasara a nuestro lado el correcaminos perseguido por el coyote arriba de algún tipo de torpedo marca Acme. Pero así de rápido el micro sale de una curva y todo se torna verde con muchas rocas de un color blanco con manchas grises. Hasta llegar al punto más alto del viaje: el “Abra del Cóndor”, que con sus4000 m.s.n.m. sirve de límite natural entre las provincias de Salta y Jujuy. Y desde allí comenzar a descender, dejando esos verdes y dando lugar a los sienas en todos sus tonos. Altísimas paredes formando increíbles cañadones y grandes cuevas y cavernas le sirven de encause a varios ríos que corren a nuestros lados.
Camino a San Isidro
El micro va tocando bocina a cada curva y cruzando infinidad de quebradas, hasta que por fin, entre curvas y montañas, como por arte de magia aparece la iglesia amarilla que tantas veces vimos en fotos, postales y hasta en almanaques. Magia… eso es lo que hay en Iruya. Un pueblo que parece perdido entre montañas, aislado de todo, con calles empedradas que suben las laderas, casas de adobe y su infinito entorno. En lo alto, un crucifijo blanco parece custodiar el pueblo y la tranquilidad de todo el lugar. Por momentos da la sensación de que las casas existiesen desde antes que las montañas, y que estas crecieron a sus lados dejándole el lugar a Iruya.
Calles de Iruya
Entre caminatas y tranquilas tardes en el patio del hostal, pasamos unos buenos días de descanso, para luego volver y dirigirnos directamente a La Quiaca, con el único propósito de cruzar a Bolivia y comenzar a recorrer los increíbles paisajes del altiplano; con sus salares y sus lagunas, sus desiertos y ciudades, para así ir entrando en otra etapa del viaje, dejando atrás Argentina y Chile y más de dos meses llenos de anécdotas y aventuras.
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