Y al fin llego el día de uno de los acontecimientos más esperados dentro de nuestro paso por la Patagonia Chilena; la navegación de los fiordos más australes del planeta. Así nos dirigimos al puerto de Natales y luego de realizar el check in y despachar nuestras mochilas salimos a cenar algo para alrededor de las 9 de la noche ya por fin embarcar en lo que sería nuestro nuevo hogar para los próximos 3 días y 1500 km; el Ferry Puerto Edén.
Amaneciendo
Con un poco de suerte de nuestro lado, ya que habíamos sacado el boleto más barato y por consiguiente una habitación con 16 camas y baño compartido, nos reubicaron en un cuarto para tan solo cuatro personas con baño exterior, pero para el uso exclusivo de los tripulantes de nuestro camarote. Una vez más una pareja de franceses serian nuestra compañía.
Cartas de Navegacion
Intrigado y curioso recorrí el barco, aunque no era mucho lo que había por ver en ese momento ya que muchos de los sectores comunes se encontraban vacios y algunos incluso cerrados. En un momento me cruce con uno de los miembros de la tripulación y le consulte el horario de zarpe desde Puerto Natales, como así también el horario del desayuno. 6 y 8 de la mañana fue la respuesta, así que esta vez si debía tener más suerte y poder ver no solo el amanecer desde el barco, sino que también las maniobras de zarpe del buque y así aprender un poquito más de cómo se mueven estos gigantes flotantes.
Desde el Camarote
A las 6 en punto sonó el despertador y salí eyectado de la cama directo hacia el salón de reunión. Mire por las ventanas y para mi sorpresa me encontré con todo el sector de carga, el cual estaba vacío el día anterior, completamente repleto de camines con ganado. El único sitio sin estar ocupado era el sector de la tapa del ascensor que subía los camiones a la cubierta superior. En dos de los remolques había caballos y en todos los demás, vacas. Seguíamos en Puerto Natales, pero veía que comenzábamos a tener leves movimientos. Salí rápidamente a las terrazas y me dirigí directo al puente de mando desde donde el capitán se disponía a dar las órdenes para el zarpe. “Saque la popa”, “saque un poco la proa”, “liberar 10 metros del sprint de proa”, “liberar 10 metros del sprint de popa”, “suelte la boya de proa”, “suelte el sprint de popa”. Así con pequeños movimientos laterales el barco se despego del muelle para ya si poder comenzar su avance frontal y realizar las primeras millas náuticas del viaje.
Puerto Eden
Entre todos los movimientos comenzó a amanecer por nuestras espaldas, por lo que me dirigí rápidamente a la popa para ver emerger el sol por detrás del barco. Las chimeneas amarillas de los motores se tornaron anaranjadas y el mar dejaba ver toda su textura, gracias a los instantes de luz más tangenciales del día. Se hicieron las 8 y llego la hora del desayuno. Café, leche, te, fruta, manteca, mermelada, pan, algo de fiambre, huevos revueltos y jugo. Un desayuno bien completo y generoso, de la misma manera que serian luego todas las comidas del barco.
Islas Surreales Fumadoras
Luego del desayuno me dirigí directo al puente de mando, el cual estaba abierto todo el día, para poder ser recorrido y también poder conversar con pilotos, y capitán en cualquier momento que uno lo desee. Esa mañana podemos decir que al Piloto Nro. 1 lo arrincone tras el timón y con lápiz y papel en mano le consulte todas las cosas que veía o imaginaba. Era el más joven de todos los pilotos y con mucha sencillez y palabras muy claras me contestaba absolutamente todo. Entre la información de navegación, lectura de cartas, trazado de puntos con compas, lectura y uso de radares, pilotaje por medio del piloto automático, uso de GPS y sondas, también le consulte sobre los motores que impulsaban la nave, como así también algunos datos técnicos del navío.
Atardecer en el Mar
Era una embarcación data del año 1971, de 114 metros de eslora y 19 metros de manga, impulsada por dos motores de 6 cilindros en línea que proporcionaban unos 3000 HP cada uno. Dichos motores eran alimentados por dos tipos de combustibles; gasoil e IFO. El primero de estos, conocido por todos, se utilizaba para la puesta en marcha y primeros minutos de la navegación, para luego hacer un cambio de carburante y comenzar a utilizar el IFO, el cual es un petróleo mucho más crudo y menos refinado que no solo es más económico, sino que también ocupa menos espacio en su almacenamiento, por lo que es mas aprovechable y redituable que el diesel. Estos motores de marcha constante, funcionan invariablemente a 365 RPM, haciendo girar por medio de reductores una única hélice central y trasera a unas 180 RPM. Esta ultima de 2,5mts de diámetro y con palas de ángulo variable (pitch). De esta manera el barco avanzaba a unos 12, 13 nudos (dependiendo mayormente del viento), y con un calado que le permitía navegar sin problemas incluso en zonas de hasta 10 metros de profundidad.
Volcanes
Así paso nuestro primer día, recorriendo el barco, pasando horas en el puente de mando observando cómo pilotaban el barco y obteniendo los mejores paisajes, aunque siempre acompañados por lloviznas leves, mucha niebla y nada de sol. Por la noche luego de la cena vimos una película y luego a descansar y esperar al día siguiente donde se suponía que amaneciésemos en las costas de la pequeñísima población de Puerto Edén.
Entre los Fiordos
Temprano como siempre escuchamos la voz del guía despertándonos para el desayuno e invitando, a quienes optaron por hacerlo, a desembarcar para ir a realizar una visita al pueblo de Puerto Edén. Nosotros decidimos que no lo haríamos, por lo que pudimos dormir un rato más y luego del desayuno continuar este divagar náutico dentro de la nave, esperando que el día mejore y nos dé la posibilidad de estar en las terrazas. Pero nada de eso ocurría. En la tarde, estábamos pasando el tiempo mientras mirábamos otra película, hasta que esta se vio interrumpida por el ingreso en el denominado Golfo de Penas. Era nuestra salida a mar abierto, navegando dicho golfo por el lapso de 5 horas, y luego el Océano Pacifico por las siguientes 7hs.
Atardeciendo en las Terrazas
Allí fue que comenzó el movimiento del barco. Las olas eran suaves según nos comentaba la tripulación; no más de 3 o 4 metros, pero de a poco se iban sintiendo y más aun cuando ya definitivamente dentro del golfo nos era muy difícil encontrar un punto para fijar la vista. Bastante mareado y ayudado de los pasamanos me fui a acostar (se suponía que esto ayudase). Unas dos horas después me desperté muchísimo mejor para la cena y luego ver una nueva película, que a pesar del movimiento que continuaba de la misma manera, esta si pude verla completa y sin problemas.
Guitarreando
Al otro día todo sería completamente diferente; llegaría el tan deseado sol. Todo el día transcurrió en las terrazas del barco, admirando los hermosos fiordos que por momentos otorgaban imágenes de las cuales dudábamos si eran reales o solo reflejos del agua. También fue el día que mas disfrutamos con los demás pasajeros, ya que no había quien no se encontrase en los techos del barco. Así conocimos a Brice, un francés que viajaba con su pequeña guitarra y su novia por Sudamérica; a Margarita y Máximo, una portuguesa y un italiano con quien compartíamos largas charlas de música, futbol, y claro está, de muchas de esas costumbres que nos habían dejado los antepasados de Max en su inmigración bélica de principios de siglo. También conocimos a Page, una americana que vivía en Bariloche hacia 2 años, y a Elsa, una brasileña a quien su hijo le había regalado un viaje con varios pasajes de avión, pero que ella decidió ir cancelándolos uno a uno, y mejor viajar por tierra, porque “del avión, es lo mismo si vas arriba de América, Asia o Europa”.
Tardes Anaranjadas
Pasamos todo el día sin movernos de las terrazas. Volcanes nevados a la derecha, pequeñas islas al frente, e incluso pudimos ver una gran cantidad de delfines corriendo al lado del barco, una ballena saltando a escasos metros, otras más lejos que nos hacían saber de su paso por los grandes vapores que exhalaban al cielo, lobos, y un centenar de medusas amarillas y blancas que pasaban a todo momento a los lados del buque.
Terrazas
El día fue perfecto. Acabamos todos contemplando el atardecer que esta vez debido a la claridad del cielo, no solo puso naranja las chimeneas del barco, sino rojas las islas y todo el cielo adyacente al horizonte se torno de un color ladrillo que sumado al extraño tono que tomaba el mar nos otorgaban imágenes prácticamente surreales y completamente impresionantes ante nuestros ojos poco acostumbrados a este tipo de pinturas vivas.
El Tano Maximo
Las últimas horas en el barco sin dudas fueron mágicas. El día nos permitió ver todo lo que no podíamos ver los días anteriores, e incluso poder contactar y conocer gente que ojala podamos volver a ver por algún lugar del planeta. El viaje fue único y los fiordos superaron nuestras expectativas altamente. Solo nos restaba pasar nuestra última noche en el barco, para amanecer esta vez en Puerto Montt, punto final de la navegación y nuestro punto de inicio para recorrer la última zona Patagónica dispuesta por Valeriano antes de dirigirnos al norte; la región de los lagos.
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