14 dic 2011

HALONG BAY

Entrando e la Bahia
Eran tiempos de guerras e invasiones en Asia y los chinos desplegaban su potencial marítimo sobre la península de Indochina. Toda la costa este era amenazada por una de las flotas más extensas y poderosas del continente. Situados en el Golfo de Tonkín, cientos de navíos esperaban órdenes para atacar y comenzar la conquista; pero el Emperador de Jade recurriría a las fuerzas divinas de sus dioses para la defensa y contraataque. Aprovechando el tener al enemigo reunido en un área reducida, envió una familia de dragones celestiales para ayudar en la emboscada final. Escupiendo joyas y jade alrededor del enemigo, el grupo de dragones lanzaba su poderío en las aguas del Mar de China Meridional, joyas que se convirtieron en islas e islotes alrededor de la bahía, uniéndose para formar una gran muralla frente a los invasores, permitiéndole a su armada hundir la totalidad de los barcos enemigos y expulsar definitivamente a los chinos de sus aguas. Vietnam daba sus primeros pasos como nación y la bahía de Ha Long, literalmente “dragón descendente”, emergía sobre la superficie.

Techo de una de las Cuevas
Sobre un casco de madera bastante antiguo y con la ayuda de un ruidoso motor diesel, nuestro barco navegaba lentamente entre las casi 2000 islas que forman el archipiélago de Halong Bay. Gigantes masas rocosas emergen a la superficie hacia cada uno de los puntos cardinales, dejando entrever el horizonte solo en algunos pequeños espacios libres. La erosión del agua sumada a la cualidad química de descomposición de estas formaciones kársticas, generan formas a veces contrarias a la física, donde la parte superior de las islas, es más ancha y grande que la parte sumergida; como si pusiésemos una pirámide invertida, esperando que esta logre el equilibrio. Enormes cuevas formadas gota a gota con el paso de miles de años, otorgan imágenes donde las rocas se convierten en telas que cuelgan del techo entre estalactitas y murciélagos.

Amanecer
Desembarcamos durante unas horas en la isla de Cat Ba, la más grande de la bahía, donde se extiende el parque nacional del mismo nombre, casa de un grupo de extraños monos de cara blanca; los languru. Lamentablemente solo los vimos en fotos, pero disfrutamos el ascenso a la parte alta del parque, desde donde es posible apreciar gran parte de la isla, en su mayoría selva, dominada por cerros no muy altos que dejan ver sus rocas entre la vegetación. A su vez, esta es la única isla habitada del archipiélago, con algunas poblaciones, hoteles y playas.

Atardecer en Halong Bay
Lamentablemente la belleza de la bahía se ve opacada por la mala organización y servicio de los tours que se ofrecen para conocer la ahora elegida como una de las siete maravillas naturales del mundo. Comida escasa, guías que solo acompañan al grupo, ya que es imposible sacarles información alguna sobre nada, sumados al malhumor y la mala predisposición de los viajeros que en más de una vez se sienten estafados. Por otra parte, es imposible recorrer la zona por tu propia cuenta (a menos que tengas un barco propio), por lo que es inevitable caer en manos del poco serio turismo vietnamita. Da pena porque creemos que podríamos haber disfrutado muchísimo más de la bahía y sus inigualables paisajes, aunque de todas maneras, no podemos negar que durante las dos noches que pasamos en el barco, nos vimos navegando aguas de piratas y envueltos entre jade y joyas, que solo dragones celestiales fueron capaces de lanzar.



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